Los espacios de la ciudad también son útiles para cultivar alimentos, además para el encuentro e intercambio de saberes y de semillas
De los prados verdes y planos de una unidad residencial de casas cerca a Vizcaya, destaca un jardín distinto a los otros. Varios árboles frutales, como naranjos, aguacates, mangos, plataneras, guanábanos, papayos y guayabos están sembrados en el lateral de la vivienda y algunos tomates crecen con el cerco vivo del frente de esta casa, donde vive Juan Camilo Zuluaga.
Este negociador internacional, además, tiene en la parte de atrás de su casa un huerto que él y sus padres han cultivado durante dos años. Allí crecen plantas aromáticas y hortalizas. “Me empecé a meter en el cuento y me di cuenta de que era incluso relajante. Los sábados abonaba y leía mucho en Internet sobre el cuidado de las plantas”, cuenta Juan.
En medio de sus plantas, sembradas en macetas y en una franja de tierra en el lateral del jardín, el hombre cuenta que en su casa ya no son capaces de comer nada sin pensar en la semilla. Tienen tomates, jalapeños, tomate cherry, albahaca, cidrón, cebolla y lechuga, entre otras plantas, que Juan organiza y asocia para lograr que sean más resistentes a las plagas, dado que su cultivo es orgánico.
Al principio no hablaba mucho de esto, pero luego vio que el tema comenzó a moverse mucho en redes sociales y encontró muchas personas que como él, sembraban plantas en sus jardines, terrazas y balcones en Medellín. Sus propios amigos y conocidos comenzaron a pedirle consejos, y sus familiares reciben felices su parte de la cosecha.
“Buscando, vi la página de la Red de Huerteros de Medellín y me di cuenta de que no estaba solo”, recuerda.
Esta red, que comenzó hace alrededor de un año en La América, celebra encuentros para intercambiar conocimientos y semillas, realizar activaciones en los diferentes huertos de la ciudad y encontrarse con otros huerteros. Sus integrantes, que agrupan más de 30 huertos individuales y comunitarios, se convocan a través de un grupo de Facebook y su página web, donde comparten consejos, proveedores y experiencias.
Carolina Sanín, ecóloga del Parque Explora e integrante de la red, describe el movimiento de huertos en Medellín como “una bola de nieve”. “Es un tema muy atractivo e incluyente, donde no tienes que ser ni saber nada para participar”, comenta. Ella tiene, junto a otros 10 vecinos, su propio huerto en el barrio Calasanz.
De su experiencia, rescata lo que ha logrado a nivel de vecindad. “El encuentro en el huerto es intergeneracional y ayuda a entender al vecino. Yo trabajo hace más de 15 años en procesos de movilización social relacionados con el ambiente y no he encontrado una actividad tan poderosa. Un huerto es un aula de aprendizaje. Aquí todo se entiende haciéndolo”, reflexiona Carolina.
Con cariño, la ecóloga describe cómo con prueba y error han logrado cosechar zanahorias, tomates, higos, lechuga, pimentón, algarrobos y otros alimentos, y que el maíz todavía no les ha dado fruto. Presume que tiene 30 variedades distintas de plantas sembradas. Recientemente, la Red de Huerteros hizo una activación en su huerta en la que instalaron un sistema de riego. Todos los asistentes aprendieron a hacerlo. También, dice Carolina, tienen una “cocicleta” con la que se reúnen a cocinar los alimentos propios.
En otros espacios de la ciudad, como en el Jardín Botánico, también se han abierto espacios para incentivar esta actividad. Cristina Colorado, coordinadora de Educación Externa, explica que han desarrollado desde 2011 un modelo pedagógico con el fin de enseñar a sembrar en espacios reducidos, que hoy cuenta con cursos (el próximo en julio) de agricultura agroecológica, y alianzas con la empresa privada para llevar estos conocimientos a comunidades urbanas y semirrurales de la ciudad y Antioquia.
“Buscamos rescatar los saberes ancestrales de los campesinos. Hoy se usan muchos fertilizantes para agilizar los procesos de producción, lo que afecta nuestra salud. Queremos replicar lo que pasa en la naturaleza”, explica la coordinadora.
Zuluaga, que trabaja también con una empresa de energía solar, describe la alegría que le da ver crecer sus frutos. Dice que es una satisfacción mayor que el consumo como tal, aunque confiesa que con los limones, lechugas y tomates han comido muchas ensaladas producidas en casa.