En nuestra edición 889, del 31 de octubre pasado, celebrábamos -y seguimos celebrando- el auge de la industria sonora en nuestra ciudad. Con el título Medellín, el nuevo latido de la música en Latinoamérica, contamos cómo Comfama y Proantioquia, en colaboración con la Mesa de la Música, elaboraron un informe que revela el impacto de esta industria en la economía, el empleo y el desarrollo cultural en nuestro entorno.
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Pero el boom del movimiento musical en Medellín tuvo esta semana una arista diferente, que ha puesto a sonar de otra forma los nombres de nuestros famosos artistas. En un proyecto que, al inicio, seguramente, era una buena idea, los intérpretes más destacados del reguetón colombiano, Karol G, Feid, J Balvin, Maluma, Ryan Castro, DFZM y Blessd, decidieron juntarse para hacer una canción. Aparte de su discutible calidad artística, este lanzamiento ha sido absolutamente polémico.
El nombre de la canción (+57) alude al código telefónico internacional de Colombia, por lo que no hay manera de sustraernos, como compatriotas, del desastre. La letra de la canción -o las letras, porque se trata de una serie de ideas sueltas- dan cuenta de una rumba pesada, en la que, al parecer, todo vale:
“La nota está subiendo y ella perreando esa borrachera / Pasa el chorro boca a boca, lo enrola y lo prende / Aquí lo que hay es exotic, pepa, guaro, Hpnotiq (-tiq) / Un parche rela (Pu), te ofrezco something”.
Hasta acá, los comentarios del público se podrían concentrar en ese límite difuso entre la buena o la mala factura del producto artístico (la revista Rolling Stone, la más importante publicación internacional en el campo musical, calificó la canción como “un desastre”). Pero la polémica, y la razón por la que voces de todo tipo han puesto el grito en el cielo, es que en esa rumba está involucrada una menor de edad: “Mamacita desde los fourteen / Entra a la disco y se le siente el ki…”. Y ahí sí la discusión no solo se queda en el buen o mal gusto, o en la falta o no de creatividad, sino en los límites que han sobrepasado estas personas, que son -o deberían- ser referentes de los jóvenes.
En un país en el que las cifras de feminicidios y agresión a menores son vergonzosas, este es un tema bastante sensible. Lo dijo la directora del ICBF, Astrid Cáceres: “Rechazamos música como +57, porque no contribuye a nuestra lucha contra la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes”. La periodista Yolanda Reyes fue más allá: “Esa niña colombiana cantada por un coro de voces adultas, también colombianas, no tiene identidad ni rostro ni voz: de hecho, la voz que falta es la suya”.
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Ante la avalancha de críticas, los artistas no estuvieron a la altura de las circunstancias. Las respuestas arrogantes y evasivas de Ryan Castro (“Desde que yo esté bien, que gire el mundo a mi alrededor”); de Blessd (“Sabe qué, caravana, si no le gusta el tema, ‘paila’, no lo escuche”), y de JBalvin (“…espero que otras industrias puedan hacer lo mismo: juntarse, colaborar y elevarse juntos”), les cobrarán factura más adelante. Y a KarolG, aunque puso la cara, no le alcanzó para calmar el escándalo: “Ninguna de las cosas dichas en la canción tienen la dirección que le han dado, ni se dijo desde esa perspectiva, pero escucho, me hago responsable y me doy cuenta de que todavía tengo mucho por aprender”.
Sería bueno que recordaran que el éxito puede ser efímero, si no se detienen a reflexionar que no todo vale.
Los comentarios a esta respuesta de KarolG tampoco se hicieron esperar. La exdirectora del ICBF, Cristina Plazas, dijo: “Esto no es aceptable. La letra es explícita, y su impacto va más allá de cualquier interpretación”. Es probable que el escándalo no afecte los bolsillos de estos artistas, pero sería bueno que recordaran que el éxito puede ser efímero, si no se detienen a reflexionar que no todo vale.