En el segundo año de la pandemia la comunidad católica del barrio San Lucas, en El Poblado, lamentó la partida de doña Graciela, una de sus más fervientes integrantes. La señora era conocida por su devoción por una Virgen situada en el costado derecho de la transversal Inferior, entre las unidades residenciales Gales y Monte Arroyo, a unos 500 metros de la parroquia del sector.
“Ella la cuidaba, le traía flores y contrataba a alguien que se encargaba de limpiarla y pintarla”, cuenta uno de los vigilantes de la zona. Un año después de la muerte de su benefactora, la imagen comenzó a deteriorarse: el yeso se resquebrajó, la pintura se cayó y los floreros estaban rotos. Además, la base de piedra que la sostiene se hallaba saturada con la parafina de los velones que allí ubican transeúntes y feligreses.
A mediados de 2023, Camilo Rodríguez Rodríguez, vecino del sector y quien es amante de la práctica del running, se percató de la situación y atraído por su fervor mariano decidió hacerse cargo del cuidado de la Virgen.
“Soy un hombre piadoso y de fe. En mis trotadas paso por acá dos o tres veces por semana. Siempre me detengo ante ella, me arrodillo y le oro un rato. Al verla tan descuidada y conocer la historia de doña Graciela decidí asumir su protección. Ahora soy yo quien le trae flores, la limpia y está pendiente de ella”, describe Camilo.
De acuerdo con habitantes de la zona la efigie de la Virgen está en este lugar, localizado en la carrera 35 -entre calles 18 AA Sur y 20 Sur-, hace casi 30 años. Aunque ya nadie parece recordar quien la erigió, la imagen se ha convertido en referente para los creyentes que por allí caminan o transitan en sus vehículos.
“La gente pasa y se santigua. Muchos hasta rezan el rosario. Desde los carros se echan la bendición y algunos se detienen, le ponen flores y la tocan. Yo me hago al otro lado de la vía, frente a ella, y a veces también me hace el ‘milagrito’: algunos me compran aguacates o bananos”, narra Yamile Guerra, vendedora de frutas.
Camilo ya es reconocido entre los vecinos del sector, quienes admiran la entrega y mística de este asesor financiero de empresas. “La Virgen se mantiene muy linda, que bueno que él la cuide y se esmere tanto en protegerla. Cada que voy a misa a San Lucas me detengo donde ella y le ruego por mis seres amados”, describe Carlota Osorio.
“Mi relación con la Virgen es una comunión íntima. Doy fe que mi vida cambió desde que la encontré. Todos mis amigos, mi mamá y hermanos saben de mi fervor por ella. Hallarla ha sido para mi una bendición y espero cuidar de esta virgencita hasta el día de mi muerte”: Camilo Rodríguez Rodríguez.
Óscar Vásquez, sacerdote pensionado, vive en una de las unidades residenciales contiguas a la Virgen. Para él visitar la imagen se ha vuelto en todo un hábito. “Por mi edad ya no trabajo en parroquias. Le agradezco a este joven porque su fe se transmite a muchas otras personas. Yo casi todos los días le rezo ‘La Magnífica’ y sigo mi marcha”, enfatiza.
Para algunos devotos se trata de la Virgen del Rosario; aunque para Camilo la imagen no corresponde a ninguna otra del santoral católico. Por eso, dice, que para él es la “Virgen Madre”, esa a la que le deposita toda su devoción, la de su familia y la de los transeúntes que por allí pasan.
“Pido a las personas que me ayuden a cuidarla. En este tiempo se robaron dos cadenitas de plata y una corona que le puse. A veces, hasta las flores se las llevan. Por fortuna hay otra persona, que no conozco, que también le trae flores, le puso un rosario y está pendiente de ella”, asegura.
Camilo no pretende que este lugar sea un santuario de peregrinación masivo, así como lo ocurre en el sector de La Aguacatala con la Rosa Mística. Sin embargo, sí espera que muchas personas continúen depositando sus clamores en la Virgen de San Lucas, esa de la que él se convirtió en su más ferviente guardián.