Por estos días, he venido recordando un viaje al Amazonas donde tuve el privilegio de escuchar a Martín Von Hildebrandt, quien desde la Fundación Gaia ha logrado que se le devuelvan 26 millones de hectáreas amazónicas a los indígenas; me enseñó que somos un país compuesto por más del 50 % de bosque y que la Amazonía existe gracias al conocimiento de los pueblos indígenas, es por su labor que podemos continuar disfrutando de elementos esenciales como el agua y el aire. Allí aprendí que el bienestar de Colombia depende de la Amazonía.
Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para los defensores de derechos humanos en asuntos ambientales, según la ONG Global Witness. La Defensoría del Pueblo se encarga de defender, promover, proteger y divulgar los derechos humanos y las libertades de los habitantes de Colombia, tanto en el territorio nacional como en el exterior; trabaja para enfrentar actos, amenazas o acciones ilegales, injustas, irrazonables, negligentes o arbitrarias de cualquier autoridad o particular.
La Defensoría ha alertado sobre el riesgo que enfrentan los guardianes ambientales, especialmente en departamentos como el Amazonas. Ellos, admirables y valientes, están en peligro por su lucha contra la deforestación, la minería ilegal, la contaminación del agua, los cultivos ilícitos y el narcotráfico, así como por la defensa de territorios, etnias e investigaciones científicas.
¿Qué estamos haciendo desde las organizaciones para ayudar y acompañar a estos líderes? Ellos aseguran lo más importante de nuestras vidas.
La conciencia sobre la situación ambiental ha aumentado, impulsada por tendencias como la economía circular, la movilidad sostenible, la agricultura sostenible y el consumo responsable. Sin embargo, mientras más nos preocupamos por el medio ambiente, mayor es el riesgo que enfrentan quienes lo protegen.
Nuestra historia nos ha dejado lecciones valiosas y desafíos continuos. Tenemos grandes avances, pero aún seguimos teniendo pendiente la protección de nuestros líderes ambientales.
Recientemente, tuve una conversación con Álvaro Hincapié, presidente de Enka de Colombia. Enka ha logrado tener una de las plantas de reciclaje de PET más grandes del mundo, generando beneficios económicos por más de $180.000 millones anuales para el sector reciclador, tiene la red de recolección más grande del país, genera un ahorro de energía equivalente al consumo de 600.000 hogares y reduce las emisiones de CO2 en un 72 %. Además, recuperan 6 millones de botellas PET al día, lo que equivale a retirar de las calles más de 21.000 vehículos. Cuando le pregunté a Álvaro cómo logró estos resultados, su respuesta se centró en la gente y en la transformación cultural. El liderazgo y el talento pueden generar un impacto significativo en el medio ambiente y en la sociedad a través de un propósito.
Enka está limpiando a Colombia. ¿Qué estamos haciendo nosotros?
Eduquemos a nuestros empleados y comunidades sobre la importancia del cuidado ambiental. Atendamos nuestro metro cuadrado. Implementemos prácticas sostenibles en nuestra cotidianidad. Reduzcamos el consumo de energía y agua. Reciclemos. Utilicemos materiales ecológicos.
Fortalezcamos nuestros programas de responsabilidad social empresarial. La clave de estos esfuerzos está en la conciencia, el compromiso y la acción colectiva. Cada pequeño cambio puede generar un impacto significativo cuando se multiplica.
Sigamos reflexionando, no solo por nuestro planeta, sino por el futuro de nuestras comunidades y las nuevas generaciones. El liderazgo ambiental no es una responsabilidad de algunos, es una misión que deberíamos asumir todos.