La partida de Ethel Gilmour (Cleveland, Ohio, Usa, 1940 – Medellín, 2008) priva a Colombia de la presencia de uno de los artistas más intensamente políticos y comprometidos de toda nuestra historia. O no. Porque la obra de los artistas no se va con ellos sino que tiene la fuerza para mantenerse presente y viva. Ethel está aquí. “Todo y aún hay más” es una pintura al óleo sobre tela, de 80 por 60 centímetros, fechada en 2002 aunque seguramente con intervenciones posteriores, que Ethel Gilmour realizó dentro de una serie de seis obras titulada “Se nos olvidó”. Como muchos de sus trabajos, este es un ejercicio constante contra el olvido y contra los intentos de no mirar la cruda realidad. En otros casos la pintura de Ethel Gilmour parece la repetición de un cuento, en voz baja para que nos acerquemos a escucharla. Pero en este caso es como una perorata dura e intensa, a los gritos, para que no podamos dejar de oírla. Por eso, el cuadro produce una sensación de caos, que es la manifestación misma de la tragedia generalizada. Sin embargo, en la obra hay una estructura lógica fundamental, que está dada por las franjas verticales que recogen grupos simétricos de hombres que disparan, de un lado encapuchados de negro y del otro en camuflado. Pero, en realidad, no se atacan entre ellos sino que dirigen todo su accionar contra las personas que ocupan el plano central. Y allí, por supuesto, soldados, tanques, helicópteros, más encapuchados, mafiosos armados, todos disparando contra los civiles. Y la tragedia: bombardeo de poblaciones, voladura de oleoductos, fumigación de cultivos ilegales, bombas en los autobuses, tumbas por doquier, desplazados, desaparecidos, secuestrados con cadenas, traficantes de armas, masacres, ríos de sangre; muchos muertos, casi todos desnudos, es decir, inermes, pero ninguno de los que llevan armas. Un obispo. La noticia de Gilberto Echeverri y Guillermo Gaviria. Y en el centro del horror que cubre cada centímetro de la tela, bajo un guayacán amarillo cuya belleza no se puede olvidar ni siquiera en medio de la guerra, Ethel aparece en su cama rodeada de flores, sabiendo que la vida se le acaba, pero segura de que su obra sigue gritando por el dolor y la dignidad de todos nosotros. La perorata es ensordecedora. Inoportuna y retórica, quizá pensarán muchos. Pero esto es arte político hasta el fondo, comprometido con la experiencia más vital. Ethel Gilmour fue siempre consciente de que la respuesta que debía esperar era que se la descalificara como una artista provinciana de tono menor. Pero la historia del arte está llena de ejemplos de cómo se intentó acallar a los más grandes. “Todo y aún hay más” es una de las obras con las cuales Ethel Gilmour quiso participar en la muestra “Destierro y Reparación”, que actualmente presenta el Museo de Antioquia: un espacio para generar conciencia acerca de las dimensiones y alcances del desplazamiento forzado como una realidad que nos afecta a todos, porque en las comunidades que lo sufren está representada la profundización del desequilibrio social, pero también nuestra dignidad y nuestros derechos.
|