Comienzo por decir que ahora conduzco un sencillo automóvil, pero en mi juventud tuve con gran satisfacción una motocicleta.
En consecuencia, no voy a hablar mal de los motociclistas ni de las motocicletas.
De estas últimas quiero decir que son un gran avance, especialmente para las gentes jóvenes, que encuentran en ellas una buena solución para sus problemas de movilidad, aparte de que para algunos puede ser un instrumento de trabajo. Y además, ¿por qué no?, elevan el estatus familiar al superar una dependencia en materia de transporte.
Pero hay motociclistas y motociclistas.
Los hay expertos, disciplinados, responsables, que respetan las señales de tránsito, conducen a velocidades moderadas y procuran no obstaculizar a los demás.
Pero también hay -¡claro que los hay!- otros que nos hacen exhibiciones no pedidas de su ruidosa “pericia”, manejan a velocidades prohibidas, compiten sin necesidad con los automóviles y, cuando los adelantan, se cruzan con temeridad y en zigzag frente a ellos.
En estas últimas condiciones, no es de extrañar que haya accidentes. Cuatro factores principales contribuyen a ello:
El factor velocidad. Apresurar la marcha se experimenta como algo consustancial a la motocicleta, algo que le es propio. Y por ello, los motociclistas se esfuerzan por estar de primeros en los semáforos, para arrancar de forma inmediata e ir adelante.
El factor sorpresa. ¿Qué conductor no ha recibido un susto cuando, creyendo estar habilitado para poner en marcha su auto o para adelantar a otro, se encuentra con un motociclista raudo que aparece de súbito al doblar una esquina o detrás de otro vehículo?
El factor indisciplina. ¿Quién no los ha visto utilizar los andenes o traspasar las barreras cuando hay congestión? Y ni se diga cuando se trata de franquear un semáforo en rojo o de despreciar una señal de tránsito que impide tomar una cierta dirección.
Factor impericia. No es un secreto la forma como se obtiene la licencia de conducción de una motocicleta; dos o tres explicaciones y ya está listo el aspirante. Con la consecuencia de que los sufridos conductores de vehículos tienen que andar guardando la espalda del inexperto y previendo todas sus vacilantes maniobras.
Sugerencias: Los problemas que el motociclismo ha causado al resto de la movilidad no son de fácil y rápida solución. Pero sí es dable pensar en algunas medidas que eventualmente amortiguarían tales circunstancias. Propongo:
Prioridad vehicular. Los automóviles, los camiones, y en especial los buses de servicio público, deberían tener prelación frente a las motocicletas en las glorietas o rotondas. Todos sabemos lo absurda que es la congestión en las vías de acceso cuando aparece una fila india de tres, cinco o diez motocicletas. Para un motociclista es mucho más fácil acatar el pare y reiniciar la marcha.
Reducción de la velocidad. Pero como una exigencia de la fabricación; no como una simple norma escrita. Las motocicletas no deberían movilizarse a más de 60 kilómetros, velocidad normal y suficiente, incluso para las que sirven a la actividad laboral de sus dueños. Puede causar estupor, pero sería una medida viable y efectiva. Las únicas excepciones serían las motocicletas de la policía o las dedicadas al deporte.
¿Una vía especial?: En alguna parte encontré que, en medio de una doble vía hacia una dirección, establecieron una vía intermedia de aproximadamente un metro de ancho, demarcada con topes, con el fin de que por ahí transitaran las motocicletas. El problema es que seguiría existiendo el riesgo del sándwich entre los vehículos de mayor peso. Sería preferible que algún día existiera una vía más ancha, ubicada a la derecha de la vía principal. Mejor dicho, otra calle o carretera especial para las motocicletas. ¿Cuándo será esto posible?
En todo caso, cada día se agudizan más los problemas de movilidad y las motocicletas tienen parte principal en ellos. No tenemos derecho a pensar en la supresión o en limitaciones gravosas para los motociclistas, pero sí deberíamos imaginar sistemas que reduzcan incomodidad y riesgos. Paso la palabra…