El volcán Colombia está que arde, sobre todo en lo que al gobierno concierne. No hay día, desde el 7 de agosto de 2022, en el que alguno de sus integrantes no encienda una cerilla cerca del cráter bautizado Petro por los vulcanólogos. (Alerta casi roja). Miren no más por los lados de la cartera de Salud –de Salut, según el presidente, de Salú según el ministro del Interior-, para que constaten de qué manera, desde allí, se juega con fuego.
Guillermo Alfonso Jaramillo, además de energúmeno –basta verlo en cualquier debate, salido de casillas, para comprobarlo-; deslenguado –un botón de muestra, intentó chantarle a los empresarios la financiación de la reforma que promociona-; metepatas –“espontáneo”, al decir de Luis Fernando Velasco,
siempre la está embarrando-; desinformado –lo que aseguró de las vacunas, por ejemplo, lo dejó mal parado-, desactualizado –de él no me dejaría recetar ni para un resfriado-, también funge de atizador de la hoguera nacional, con la insistencia de una reestructuración del sector traída de los cabellos que, en lugar de mejorar la prestación de los servicios actuales, los empeora en materia grave. Lo que está sucediendo a los maestros tiene la vida de muchos pendiendo de un hilo, mientras Fecode, Fiduprevisora y Ministerio juegan a tres bandas a ver cuál logra la carambola. (Con que potencia de la vida, ¿no?)
Es una vergüenza, por decir lo menos. Es macabro, a juzgar por los testimonios constantes e impotentes de varios de los afectados. (El modelo del magisterio dizque es el plan piloto para la tal reforma, sálvese quien pueda).
Caer más es imposible, comentaban en corrillos de importantes. Pero estaban equivocados los señores: Guillermo Alfonso seguía rodando pendiente abajo. Hace pocos días, él solito, se encargó de demostrarlo. (Un audio de casi tres horas que se filtró a los medios, lo deja en evidencia. Ojo funcionarios: una palabra pronunciada, junto con una flecha disparada y una oportunidad perdida, no tienen reversa). Adelante, ministro:
“Es un momento de crisis, de necesidad, de urgencia. Después hacemos lo que el presidente dice, pero la crisis hay que enfrentarla… El presidente dijo ‘no haga eso’, hoy hay que hacerlo, después lo arreglamos y hacemos lo que el presidente quiere y después no les pagamos a los de los medicamentos”. (Ah cosa linda, conejo para todos, empezando por el jefe. El gobierno del cambio).
“Que el ministro de Hacienda se venga también para acá y que se venga a poner el culo porque no puede ser que estemos nosotros acá para voltear”. (Fijo se leyó Aladino y las buenas maneras. Y la ministra de Educación, ahí, no dijo esta boca es mía). “Ni le voy a echar la culpa, ni usted me la echa a mí” (Hagámonos pasito, Mauricio Marín; la liga de la decencia en todo su esplendor). “No podemos frenarnos por la Procuraduría”. (Acatamiento ejemplar a las instituciones).
Se expresa así, piensa así y, lo más preocupante para el país, actúa así. Coherente sí que es Guillermo Alfonso. Y, por supuesto, el Primer Mandatario que, en lugar de colaboradores, busca rodearse de
porristas. (Alabío, alabao, ala bim bom bao, Petro, Petro, ra,ra,ra).
ETCÉTERA: ¿A qué se deberá la prudencia súbita del ministro? Para mí –puede que me equivoque-, a una de dos: o se tragó la lengua o lo mandaron para Siberia. (O se chamuscó).