Diario de un futuro 3. Identidad digital 

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Me encontré viajando, haciendo por fin uso del tiempo para mi, para descansar, para reconectarme conmigo, para conectarme con el entorno, con personas que amo, que siempre están ahí, pero que el día a día, propio y de ellos, nos absorbe como ríos que se juntan por pedazos y se dividen en un continuo, que fluyen sin parar. 

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No fue sino hasta ese viaje, saliendo de Colombia a lugares remotos (aún conectado a internet, es imposible y loco no hacerlo), haciendo uso de los servicios que facilitan la vida. Además seguía teniendo noticias de Colombia, que por nostalgia y apego la tierra siempre llama. 

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Pude notar que en todo lo que hacía, seguía recibiendo publicidad y que además muy específicamente dirigida, del mismo estilo de servicios y productos que consumo en Colombia, incluso reconociendo que varios eran más novedosos, simplemente con diferentes acentos, idioma y hasta sentido político. Un par de ellos me convencieron de verdad y simplemente a la hora de comprar, la conversión libra esterlina con el glorioso peso colombiano lo impidieron. Todo el viaje fue tortuoso por decir lo menos, desde ese bombardeo incansable, cada vez más insistente.   

Reflexionaba en los datos (Data) que he generado en todos estos años de vida. Si cada dato fuera un miligramo, ¿cuántas toneladas serían?, es más, si sumamos la data de los humanos hoy vivos conectados a internet, ¿cuántos planetas de peso resultan?

Para este momento, sentí indignación, viajar desde tan lejos, para disfrutar de tiempo y espacio bien distinto, aún sabiendo del mundo hiperconectado y dependiente de internet, donde es imposible no vivir sin consumir servicios o productos en línea donde sea. Sin embargo, no dimensioné que la publicidad y la oferta sean tan específicas. A nadie acá le conté mis gustos musicales, mi preferencia por los perros y cual es mi color favorito en los automóviles. Y aún así lo saben. Lo saben todo. 

La identidad digital en blockchain hubiera supuesto la solución, nos hubiera dado la posibilidad de regresarnos nuestra privacidad, o por lo menos un mejor control, acentuar la definición de identidad. En un mundo donde el internet y la identidad son derechos humanos internacionales, ambos se quedaron cortos en ser cumplidos. Nuestra identidad comprende lo que somos como personas y como seres digitales, es indivisible por definición, o al menos así lo creo yo. ¿Que distinto sería el mundo, por ejemplo, si nos hubieran pagado por el uso de nuestra data como fuente para entrenar una AI o para una de tantas campañas de marketing?

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Es ahí, donde el blockchain, como red descentralizada, es decir, una comunidad de nodos, con el mismo nivel de jerarquía, basados en la seguridad y control de su activo, en este caso la data personal, tendrían sobretodo nuestra confianza para administrar, nos hubiera permitido controlarla, monitorearla, tener trazabilidad, poder validarla, nos hubiera permitido decididamente saber a quien se le comparte, pero lo más importante, la capacidad de revocar la autorización del uso y sobretodo exigir la remoción de nuestra información. Hoy, tendríamos un nivel de privacidad selectivo donde todo sería discrecional de nuestro lado.  

Sin lugar a dudas, es una discusión que merecía la pena haber tenido, debió ser en el boom de la inteligencia artificial con base en nuestros datos, cuando la inteligencia artificial generativa crecía como un tren bala a toda velocidad. Ese era el lugar perfecto para cambiar el mundo y la posibilidad de vernos a nosotros mismos. Pero no desde la mirada corporativa, con el ánimo de crecer el negocio, sino por el contrario desde lo humano, reconocer que el mundo ha estado, está y seguirá estando centrado en nosotros como fuente. Y ahí hubiéramos podido decidir sinceramente en darle prioridad a nuestro ser, al ser digital.

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