| ¿Cuándo fue su llegada a El Poblado? Llegué en 1948 al “Pueblito”, como le decíamos de manera cálida a esta extensa pradera que era El Poblado en sus inicios, pensar en aquellos tiempos me produce cierta nostalgia. Recuerdo que en ese entonces solo 3 ranchitos daban inicio a un barrio de características humildes, La Chacona, nombre adoptado de la quebrada que nace aquí en el barrio. Después de la muerte de mis padres, viví 8 años con las monjas del Colegio Marymount, hasta que conocí a William de Jesús Molina, con quien me casé y trasladé de nuevo a La Chacona. ¿Qué recuerdos tiene de esa época en El Poblado? Alberto Morales, Rodrigo Franco, Manuel Escobar y otros miembros de familias como los Echavarría y los Bedout, con quienes además de recibir ayuda para fortalecer La Chacona, nos juntábamos frecuentemente para bailar durante toda una noche en las fincas que en esos tiempos se posaban sobre el abundante verde de El Poblado. Existían diferencias económicas pero no había desigualdad, las relaciones se desarrollaban bajo conceptos de unión, nos reuníamos en los potreros, no se sabía quién era pobre o rico, nos bañábamos en el río, y al encontrar gallinas en los matorrales, las cogíamos para hacer sancochos. Eso era muy lindo, esa época de la juventud en la que bajábamos a pie por la montaña para coger las bestias de un señor que vivía por donde hoy está la zona deportiva de Manila, ya que él las subía a pastar por donde hoy queda el depósito de La 10; en ese entonces ese sector era conocido como La Cachucha, por donde también montábamos 2 bueyes de un señor Jesús. ¿Qué más le dejó esa relación con esas familias? Fueron apareciendo una cantidad valiosa de jóvenes que se unían para trabajar y sacar adelante La Chacona, pues el barrio comenzó a multiplicarse gracias al crecimiento de las mismas familias, sobre todo los Castaño Quintero, Castaño Vargas. Los jóvenes de El Poblado, de familias pudientes, entre los que se encontraban las hijas de Manuel Escobar, y los hijos de Bernardo Molina, no ahorraban esfuerzos para ayudar a establecer un barrio más digno para todos sus habitantes; hoy estos muchachitos trabajan en el sector público y privado, yo llego a La Alpujarra y me encuentro con varios, se alegran de verme, lo que me da felicidad y ánimos de vivir. Gracias a las jóvenes fue que aprendí a cocinar, ellas fueron las que me enseñaron a preparar una ensalada, pues cuando yo me casé no sabía hacer ni arroz. ¿Cómo es el trabajo con los niños? Gracias al Inder logré gestionar para la comunidad dos programas que le brindan a los niños diferentes actividades como clases de manualidades y salidas pedagógicas a los parques de la ciudad; por ejemplo hace un mes salimos 74 personas, entre ellas las mamás de los menores, hacia el Parque Los Tamarindos. El otro programa que educa a los niños y jóvenes, son las Escuelas Populares del Deporte, un proyecto de formación integral. Pero sí tengo una deuda pendiente, se trata de solucionar la merienda de los niños que asisten a clases en la escuela Carla Cristina, sector de La Visitación. ¿Qué significa El Poblado para Rosa Chalarca? Yo no cambiaría esta tierra por nada a pesar del crecimiento, estoy rodeada de naturaleza, la quebrada La Chacona es tan limpia que da gusto tenerla de vecina, me acuerdo que en una parte de su recorrido nos ofrecía una caída y una canoa para bañarse, y después de esto muchas personas recogían agua para procesar los alimentos. Sí me da pesar no ver todas las cosas hermosas que se veían antes en el “Pueblito”, como las amplias praderas que brindaban un aire siempre fresco, o las damas elegantes que entraban a la iglesia, con las cuales nos abrazábamos en medio de una manifestación de amor, hoy ya todo eso se murió, El Poblado se convirtió en una ciudad. | |