Cantar, si se hace como lo hace Mauricio Ortiz, es una forma superior de narrar; también, si se tiene su talento y disciplina, una suerte de embeleso garantizado. Para este tenor lírico y comunicador, no hay tensión vocacional entre ambas profesiones. El todo es contar historias seductoras y, la que mejor le sale, es la suya propia.
Le puede interesar: Una tertulia para aprender sobre la música occidental
Igual es capaz de interpretar el único oratorio de Beethoven con la Filarmónica de Medellín que detectar cinco gazapos en un eslogan publicitario, porque también es corrector de textos certificado, además de maestro de ceremonias y profesor, que dicta, por estos días y con gran acogida, su curso Vivir la música – Música para no músicos, en la sede de la Cámara de Comercio de El Poblado, auspiciado por el Banco de la República.
“Con el curso Música para no músicos quiero compartir herramientas para disfrutar, de forma más consciente, de la música. Es mi aporte a la formación de públicos”.
Mauricio Ortiz, tenor lírico y comunicador social
Su historia, como la de todo gran talento natural, está plagada de anécdotas de niño y joven díscolo, de militar (quiso ser suboficial de la Marina) y durante sus años de periodista profesional, oficio en reserva desde hace dos décadas, relegado por su exitosa carrera artística. Siempre imitando voces, sonidos, cantando y hasta pintando (es un dibujante nato más que competente).
Descendiente de yarumaleños, con bisabuelo tenor, abuelas y madre sopranos, tiene el recuerdo vivo de un tío paterno que le sentaba en las rodillas mientras tocaba los clásicos en el piano. “Le decía a la familia que yo era el artista en potencia”. Una profecía que, pese a la manifiesta evidencia, sólo tomaría forma profesional a los 36 años, una edad inverosímil para empezar a estudiar Música y Canto, en la Universidad de Antioquia.
“Conmigo hicieron una excepción; solo reciben prospectos menores de 25 años. Me hicieron una audición y decidieron darme la oportunidad”. En realidad, parece que solo fue trámite: a su voz, innata, portentosa por sí sola, la avalaban, en ese momento, cerca de 15 concursos nacionales de baladas, boleros y música andina colombiana, en los que Mauricio obtuvo el primer puesto, sin haber pisado un conservatorio y presentándose, a competencia, en todos ellos, por primera vez.
Desde entonces, no ha dejado de mejorar su técnica vocal. Incluso hoy, recibe clases particulares del maestro Carlos Rendón, en Envigado, que le han permitido ampliar la tesitura de su registro de tenor. Volvió a cursar Música y Canto en la Universidad de Caldas, en Manizales, ciudad que le honraría con la que considera la mejor distinción de todas: su esposa Marcela Valencia, contralto y bacterióloga, con quien coincidía en varios festivales, presentaciones y concursos.
Con tal formación profesional, vinieron más logros en su consagración de solista de alto nivel, como alternar con otras leyendas de la talla de Alberto Correa (fundador y exdirector de la Orquesta Filarmónica de Medellín), Gustavo Yepes, Teresita Gómez o Blanca Uribe. Tampoco han faltado las presentaciones en grandes escenarios de 25 países de toda América y Europa.
Merecida cosecha que, si bien pudo haber llegado antes, su público espera que siga sumando otras mil temporadas.