“En las puertas del bosque, el sorprendido hombre del mundo, se ve forzado a dejar de lado sus juicios urbanos de grande y de pequeño, de sabio y necio. De su espalda cae, la alforja de la costumbre”. R. W. Emerson
Por: Jorge Vega Bravo
Un aspecto que debemos trabajar con seriedad al preparamos para enfrentar el cambio climático y abordar la escasez de agua potable es la conservación y reparación de los bosques. Preparando una conferencia para la Asociación Ecológica Madremonte –Plan Estratégico Bosques para la Vida– me encontré con el trabajo del investigador brasilero Antonio Donato: El futuro climático de la Amazonia. Voy a compartirles algunos aspectos. Dice Donato que la Amazonia es la espléndida cuna de la vida fresca y cita a los indígenas brasileros: “La Selva tiene más ojos que hojas”, por la gran biodiversidad animal que la puebla.
Donato hace una analogía de la fisiología del bosque con la fisiología humana y dice que el agua es como la sangre. Los árboles toman agua del suelo a través de sus raíces y por evaporación, la ascienden a la atmósfera. Se calcula que en la Amazonia actual hay 600 billones de árboles. En un día típico de sol, un árbol es capaz de subir 1.000 litros de agua por traspiración. La selva completa suda 20 billones de toneladas de agua en un día. Y el río Amazonas vierte 17 billones de toneladas de agua al Atlántico. El río de vapor amazónico es más caudaloso que el río líquido.
Si observamos un mapa de la tierra* en la zona ecuatorial están los grandes territorios verdes. A 30° del Ecuador hacia el norte y el sur, se ubican zonas desérticas. Por arriba: Sahara y Sonora y por abajo: Atacama, Namibia y el desierto de Australia. Pero debajo de la selva amazónica se extiende un cuadrado que va de Sao Paulo a Chile y de Cuiabá a Buenos Aires, que según esa ley de formación debería ser un desierto. Es una paradoja causada por la humedad de la selva amazónica. El 70% del PIB de Sudamérica proviene de ese cuadrilátero y depende del río que fluye por encima de nosotros.
En la dinámica de la selva, ¿cómo se forma la lluvia? Encima del bosque amazónico tenemos aire limpio y encima del mar también, pero allí se forman pocas nubes. La diferencia es que la selva emite aromas y polen y alrededor de estos elementos se forman núcleos de condensación que forman las gotas y las nubes, y permiten la lluvia. “Estas son las grandes regadoras del jardín del Edén”. Este fenómeno de movimiento del agua que se evapora del océano y viene hacia adentro es llamado: la bomba biótica de la humedad.
Con la bomba biótica tenemos siempre aire húmedo sobre la selva y en esta zona no se forman huracanes*. La teoría de la bomba biótica explica cómo la fuerza que propulsa los vientos canalizados en los ríos aéreos, es atribuida al Gran Bosque, que funciona como un corazón. La Amazonía es el Corazón del Planeta.
El bosque amazónico sobrevivió por más de 50 millones de años a vulcanismos, glaciaciones, meteoritos, deriva continental. Pero en menos de 50 años está amenazado por la acción humana. Hay un paralelo entre la leyenda griega del talón de Aquiles y el Bosque amazónico. Como el héroe griego, la Amazonía posee una capacidad que la hizo invulnerable por millones de años. Existen sofisticados mecanismos de invulnerabilidad, entre ellos la Bomba biótica de humedad. ¿Dónde está el punto débil, el talón de Aquiles del Bosque? En la degradación y la deforestación.
Como el Gran Bosque ejerce un rol clave en la estabilidad del clima regional y global, su ruptura física significa llevar al “Gran Guerrero” a la derrota, como la ruptura del talón de Aquiles le hizo perder la guerra. “Las flechas del enemigo son la motosierra, el fuego y factores de origen humano, que surgieron del uso equivocado de las invenciones del ‘Antropoceno’, la nueva era en la que la humanidad se convirtió en una fuerza geológica capaz de cambiar la faz del planeta”. La deforestación rompe la bomba biótica de humedad, debilitando la capacidad de importar aire húmedo a la región y de generar lluvias.
Muchos científicos piensan que es posible recuperar el planeta y que aunque estamos cerca del punto de no retorno, aún es posible actuar. Y no podemos esperar mucho de la voluntad política de los gobiernos. Las conclusiones del COP21 de París generan algo de esperanza.
Dice David Copenaua, indígena ianomami: “¿Será que el blanco no sabe que si acaba con la selva se acaba la lluvia? ¿Y si se acaba la lluvia no va a tener agua para beber ni alimentos para comer?”. Los científicos tardaron 20 años para llegar a esta conclusión y los indígenas ya lo sabían. Si los ianomamis nunca deforestaron, ¿cómo lo sabían? Copenaua lo expresó: “El espíritu de la selva nos lo contó”.
Los ianomamis y nuestros pueblos indígenas y campesinos no necesitan pruebas científicas; ellos creen con veneración aquello que los ancestros y los espíritus les enseñaron. Entre la ciencia y la tradición tenemos las herramientas para evitar la debacle. ¿Cómo puede actuar cada uno de nosotros?