El padre Luis Humberto Arboleda Tamayo acaba de cumplir su tercer año como líder espiritual y administrativo de la parroquia de San José de El Poblado, dignidad que le hace responsable, entre otras cosas, del funcionamiento del pequeño y casi escondido cementerio que descansa en un rincón arbolado del barrio Manila.
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Como sus antecesores, desde que este cementerio católico se clausuró para nuevas inhumaciones en agosto de 2009, ha escuchado todo tipo de historias, quejas y especulaciones sobre el presente y futuro de ese espacio, prácticamente desconocido para muchos visitantes y residentes de la Comuna 14.
“No hay plan B a seguir operándolo como lo hemos hecho. Sigue siendo propiedad de la parroquia, seguimos administrándolo. No se va a vender ni hay planes para su reforma. Hay ideas sueltas, pero no más. Tampoco será un parque, y mucho menos se levantará allí un edificio. No hay nada definido hoy”, enfatiza el sacerdote.
Desde hace años, la parroquia invita a los deudos para que dispongan de los restos de sus difuntos enterrados; así el cementerio solamente custodiaría sus más de tres mil osarios, casi todos en uso. Todavía hay 13 tumbas con cuerpos sin reclamar; los únicos ocupantes de las 566 bóvedas existentes.
“Antes de pensar en cualquier reforma, se debe resolver ese tema. También deseamos que los osarios pasen a ser cenizarios, o sea, que se saquen los huesos, se cremen y se dispongan en urnas. Algunas familias no quieren y a otras parece no importarles. Conocemos casos en que han refundido el título de propiedad, que era una especie de diplomita que entregaba la parroquia al comprador de cada osario”.
Al ser consultado sobre el deterioro general del cementerio, lo acepta, aunque no admite que haya abandono. “Menos del 2 % de los deudos que tienen sus parientes en los osarios nos reconoce la anualidad para el mantenimiento, que es de $45 mil”. Aun así, la parroquia dispone de un trabajador que abre jueves y sábados en las mañanas, mantiene limpio el cementerio, lo pinta y cuida de sus zonas verdes.
“No se justifica tener un empleado de tiempo completo cuando la afluencia es tan poquita. Hemos tratado de programar misas en distintos horarios y va muy poca gente. Abrimos el Día de la Madre, del Padre, también en noviembre tratamos de hacerlo todo el mes. Mucho menos se justifica invertir millones (que no tenemos y se necesitan) en reemplazar lozas de cemento, por decir algo, si en un futuro incierto, todo ese espacio terminará cambiando”.