El caos de la ciudad obliga a que el sector público se mire como parte del problema y a que el sector privado adopte medidas creativas, efectivas, colaborativas, innovadoras, además que surjan de decisiones adoptadas en el primer nivel corporativo
Metro, metroplús, tranvía, cables, buses integrados, construcción de vías… es innegable que el Municipio ha hecho su tarea en el desarrollo de la ciudad, por demás sustentado en impuestos que pagan los contribuyentes, pero también es innegable que la tarea no encuentra resultados contundentes.
Entre más obras entran en operación, las vías no logran la funcionalidad requerida, con los costos que representa para la ciudad en tiempo, dinero y procesos.
Esta Alcaldía, que cierra su periodo el 31 de diciembre, deja en operación o a punto de apertura las obras de la Valorización, la integración del metro y de metroplús en Industriales y la extensión de las estaciones hacia el sur, la conexión con el túnel de Occidente, el puente de la Madre Laura, nuevas estaciones de Medellín EnCicla, o los andenes de Corredores de vida. Esas obras se mueven entre el crecimiento de la infraestructura o la actualización de inversiones que debieron ejecutarse lustros atrás.
Mientras se posesiona la nueva administración, con los costos en tiempo y gestión que demandarán el empalme, la aprobación del plan de desarrollo y la transición de la ejecución del presupuesto, y podamos conocer cuál es la salida al caos que plantea el plan de gobierno de Federico Gutiérrez (algo ha adelantado sobre construir el tranvía de la avenida 34 o el de la 80), es necesario preguntarse cuáles son las acciones de protagonismo desde el sector privado para impactar positivamente en la movilidad.
También es innegable que los grandes conglomerados privados, entendidos como empresas y entidades que concentran un importante número de empleados y convocan otro tanto de visitantes, también los colegios y las universidades, ya tienen en ejecución planes de movilidad, que, como lo evidenció Vivir en El Poblado en una investigación periodística desarrollada durante ocho semanas, van desde el transporte en buses propios de la nómina, la apertura de horarios flexibles y de opciones de teletrabajo, la construcción de sistemas de parqueo robotizados y otras simples como darle un orden diferente a los estacionamientos internos o ceñirse al pico y placa. Sin embargo, arterias y avenidas lo revelan: no ha sido suficiente.
Se puede sumar más. Por supuesto que cada conglomerado tiene en el pago de impuestos un aporte evidente, que se agrega a los planes internos ya mencionados, pero falta mucho por hacer, como le falta al sector público, que, valga decir, también se debería sentir parte del problema. Un sector que más allá de construir e invertir, genere condiciones efectivas de descentralización, de servicios virtuales y de manejo de la movilidad sostenible de su personal.
La ciudad necesita medidas creativas, que no impacten el presupuesto, medidas efectivas, colaborativas, que se ensamblen con las acciones de las empresas vecinas y con las aplicadas por el Municipio, que consulten otras ciudades donde superaron sus retos.
¿Dónde deben nacer esas medidas? El compromiso de encontrar soluciones y de aplicarlas, de establecer sinergias privadas y públicas, debe escalar de las áreas de gestión humana al primer nivel corporativo, donde las decisiones tienen otro peso, donde los diálogos de nivel de ciudad tienen otra fluidez.
Que el aporte privado a la movilidad no sea percibido como un proyecto más dentro de las diversas tareas corporativas sino, dada la urgencia del caso, como otra posibilidad de desarrollo de la responsabilidad social que Medellín agradecerá.