Javier Moro: “Me atraen los personajes femeninos fuertes”

¿Qué tienen en común Isabel Zendal, Conchita Montenegro, Anita Delgado, Sonia Maino y Leopoldina de Austria, personajes de las obras de Javier Moro?  Son mujeres que confrontaron, a su manera, las limitaciones de su época, y marcaron la diferencia. Contar historias reales de personajes extraordinarios es el sello de este escritor español, que nos visitó en el pasado Hay Festival. 

“Suelen atraerme los personajes femeninos fuertes”, afirma Moro, y lo confirma en su nuevo libro, Nos quieren muertos, basado en la lucha de Leopoldo López y su familia contra el régimen de Nicolás Maduro.

“La esposa de Leopoldo, Lilian Tintori, es realmente la protagonista”,

dice el escritor. 

Nacido en Madrid, en 1955, Javier Moro es sobrino del escritor Dominique Lapierre, el escritor de best sellers como El quinto jinete y La ciudad de la alegría, entre otros. Su formación como historiador y antropólogo le permitió trabajar del lado de Lapierre y su coequipero de muchos otros libros, Larry Colins, en la creación de obras basadas en hechos reales.

“Me contrataban como uno más de sus investigadores. Me mandaron a Libia y a Egipto a hacer el trabajo de campo”,

dice.

De ahí surgió Era medianoche en Bophal, un libro escrito a dos manos, en 1997, con Lapierre. “Fue una experiencia maravillosa, de la cual guardo un gratísimo recuerdo, porque fue realmente cuando aprendí a conocer la India de verdad. Creo que es el libro más bonito de todos los que he escrito”.

A un escritor que narra hechos reales le deben llegar mil historias… ¿Cómo escoge la que merece la pena ser contada?

La verdad, no me llegan mil historias… es muy difícil encontrar una historia que no haya sido contada cuarenta mil veces, a menos que tenga alguna razón para contarla de una manera distinta (que haya salido documentación nueva, por ejemplo, o que tenga un enfoque diferente). Busco historias que sean más desconocidas. A Anita Delgado (la de Pasión India), por ejemplo, no la conocía nadie, esa historia se había perdido en el olvido. La actriz de Mi Pecado, Conchita, era también un personaje totalmente olvidado.

La historia de A flor de piel, por ejemplo, es extraordinaria. Y, según ha contado en el prólogo, le fue difícil encontrar toda la información de la protagonista, Isabel Zendal.

Es una historia que los españoles no conocen, y por eso allí he tenido que hacer más ficción, porque no había material. Había material histórico: yo sabía, por ejemplo, cuánto pesaba el barco en el que viajaron a América, y conocía el carácter de cada tripulante, porque en aquella época todo se escribía (el imperio español administraba un territorio enorme, y lo hacía rigurosamente). Lo que no había era documentación personal. Cuando descubrí el documento que me permitió saber de dónde venía Isabel Zendal, ya pude escribirlo. Yo no quería inventarme el personaje, hasta que por fin dimos con el papel donde ella aparecía.

Todos sus textos están basados en historias reales. ¿Cuál es su método?

Cada uno hace lo que puede y lo que sabe. Escribo sobre sucesos reales. Yo sigo mi método. Hay algunos que escriben de noche, por ejemplo, pero yo tengo que escribir de día. Solo empiezo un libro después de haber investigado mucho: me leo todo lo que hay escrito, voy a los archivos, hablo con los herederos, si los hay. Cuando lo leo bien todo, lo digiero, y hay un momento en que ya está maduro para empezar a escribirse, es un proceso natural. Sale solo…

Utilizo las técnicas del periodismo para investigar y contar historias que me emocionan y que espero emocionen al lector. Es literatura basada en hechos reales, el gusto de reconstruir una historia verídica. La literatura es un reflejo de la vida: tienes que hacerlo creíble, y la credibilidad viene del detalle, de la riqueza del detalle, del valor del detalle.

Su último libro se enfoca en una situación polémica actual, la historia del líder opositor venezolano Leopoldo López. ¿Tiene un enfoque moral o político?

Yo detesto hacer moralina, pero no se puede ser equidistante ahí, en el caso de Venezuela. No hay buenos ni malos… el régimen tiene secuestrado al país, todos los demás son víctimas. Es imposible estar del lado de Maduro, no ha hecho nada que justifique estar ahí; han empobrecido el país, lo han arruinado, hay una represión bestial, la gente está en la calle, un tercio del país se ha ido. ¿Qué más quieres? Yo no he hecho una tesis, no es un libro de la historia reciente en plan ensayo. No, es la historia de Leopoldo López y de su familia. Que el lector saque sus conclusiones. Lo que no hablo es moralina, casi ni hablo del gobierno. Hablo de lo que han hecho con el país. Mi prioridad es contar una buena historia, y es lo que es: la historia de una familia que, de repente, se ve perseguida a muerte en un régimen tiránico.

Suelen criticarle por escribir una literatura clásica, que gusta mucho a los lectores. ¿Es así?

Yo no hago escritura de vanguardia, ni lo pretendo. La escritura clásica de la novela, creo, sigue funcionando; la escritura en tres actos… y bastante difícil es hacerlo así. Nunca se hacen cosas a gusto de todos. A mí lo que me interesa es una buena historia. Mi interés es que esa historia a mí me motive, durante dos o tres años que es lo que tardo en hacer un libro, y motive luego al lector. Que lo haga contándolo de una manera postmoderna o clásica, no me importa. Voy es a la eficacia del relato. Busco es la emoción del lector, ya está. Si buscase conocimientos, sería historiador. Yo no hago investigación de formas literarias, eso no es lo mío. Es que no lo pretendo, tampoco.