En Colombia, a muchos servidores públicos se les está olvidando lo que significa ejercer su cargo con dignidad. Hay que recordarles lo que dice la Constitución.
En el capítulo de esta semana, sale al plató Guillermo Alfonso, y hace su mejor papel. Con voz temblorosa, alzando las manos y señalando al público con el dedo índice, exclama: “Vamos a necesitar más recursos. Entonces, no nos jodan a nosotros, y más bien ayúdennos a que hagamos una reforma tributaria ”. Ricardo, su compañero de pupitre, observa condescendiente.
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Con calma, escucha las exclamaciones perplejas del público, levanta las manos y pide paciencia, casi susurrando:
“Dejémoslo a él que divague”.
Merecería aplausos esta puesta en escena, si no fuera porque los protagonistas no son actores de la telenovela de turno, sino dos de los más altos funcionarios del Gobierno Nacional, los ministros de Salud y Hacienda, en cuyas manos está el destino de nosotros, los colombianos, que en este escenario nos toca fungir solo de espectadores.
En una sola declaración destemplada, el ministro Jaramillo calumnia al sector productivo del país (“pongamos a los empresarios a que paguen la plata que dejaron de pagar”); suelta irresponsablemente un globo (“ayúdennos a hacer otra reforma tributaria”); y despacha con insultos a los 18 exministros y viceministros de salud que piden mesura y responsabilidad al mandatario de turno (“no nos jodan a nosotros”, dice). Y el telón de esta escena grotesca se cierra con la actuación del otro ministro, a quien, esta vez, le tocó el papel del adulto responsable, tratando de calmar los ánimos.
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Hace apenas una semana, el ofuscado funcionario les había tirado el teléfono a los periodistas de Caracol Radio, porque le hicieron las preguntas que todos los colombianos quisiéramos hacer. Se sintió “maltratado”, dijo, porque, según él, le habían cambiado el libreto de la entrevista.
Gustavo Gómez, director del programa 6AM, le recordó que “los periodistas siempre harán preguntas incómodas y los funcionarios no pueden considerar esa postura como un irrespeto”.
Es que nos corresponde recordarles a estos y a todos los servidores públicos en qué consiste la responsabilidad de sus cargos.
“Los servidores públicos están al servicio del Estado y de la comunidad”, dice el artículo 123 de la Constitución Política.
Un servicio que implica deberes, como lo dice la Ley 734 de 2002 (Código Disciplinario Único): “Tratar con respeto, imparcialidad y rectitud a las personas con que tenga relación por razón del servicio”, o “Ejercer sus funciones consultando permanentemente los intereses del bien común”, o “Recibir, tramitar y resolver las quejas y denuncias que presenten los ciudadanos en ejercicio de la vigilancia de la función administrativa del Estado”, por ejemplo.
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Como colombianos, no nos podemos acostumbrar a este trato irrespetuoso e irresponsable de los servidores públicos. Recuperemos el sentido de la palabra dignatario: “persona investida de una dignidad”. Ser digno es ser “merecedor de algo”. Quienes ejercen temporalmente los altos cargos del Estado, deben demostrar que merecen el respeto y la confianza de la ciudadanía.