Cuando finalmente abrieron la fosa común, Elisa Carlaccini estaba a un lado, y miraba cómo buscaban la justicia a través de los huesos. Había llegado hasta allí desde Italia, después de estudiar la guerra civil de Guatemala. En ese momento, apareció un helicóptero de Naciones Unidas. Esa imagen la llevó a tomar una decisión: trabajaría en ese lugar e iría hasta donde fuera necesario, para lograrlo. Esta mujer que habla español con la música de su lengua materna, transformó la frase siguiente en prioridad, pasión y destino: ayudar a otros.
Fue así como se convirtió en voluntaria internacional de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Y hoy, décadas después, ya ha estado en algunos de los lugares más convulsionados del mundo: Guatemala, Haití, Darfur, Kosovo, Sudán del Sur y otros más. Este sueño no ha sido un impedimento para ser mamá y tener una familia: “Algunos me decían que estaba loca por llevar a mis hijos a estos lugares. Los niños viven en todas partes y se adaptan. Aunque no es sencillo empezar de cero, cada 3 o 4 años, es bonito y posible”, dice.
“Es equivocado pensar que los problemas se solucionan a través de los conflictos. Es más fácil avanzar si vemos la vida como un sistema”.
En todo este tiempo, ha visto de cerca historias tan duras que pueden mover tanto a alguien hasta paralizarlo. Cuenta que el secreto está en no involucrarse demasiado y en guardar un poco de distancia, para no sentir demasiado y perder la posibilidad de resolver. “No es sencillo porque finalmente y ante todo, somos humanos”, dice.
Vive desde hace 3 años, en Medellín y llegó hasta aquí como líder de un grupo de personas que trabaja para ayudar a las, a la gente que busca cruzar el Darién y a quienes se enfrentan al desplazamiento interno. Junto a su equipo, ayuda a personas que viven o están cerca de Medellín, Apartadó, Quibdó, Montería y Pereira.
En lo que va de este año, alrededor de 500 mil personas han llegado hasta el Darién para cruzarlo.
En la terminal de transportes del Norte de Medellín, ella y las personas que la acompañan, trabajan para explicarle a los viajeros hacia esa dirección, lo que implica hacerlo y los peligros existentes, en el camino. “No es fácil lograr que alguien desista. Y es muy fuerte ver cuando una persona deja un empleo y su vida, por un camino tan incierto y riesgoso. Muchos creen en el sueño americano y eso es más fuerte que cualquier cosa que puedas decirles”.
La ayuda existe, más allá de la decisión tomada. Si la persona decide cruzar el Darién, la gente de su oficina y de otros organismos amigos de ayuda, hablan sobre los derechos y entregan algunos objetos como cargadores para bebés o pastillas que ayudan a purificar el agua”, elementos que harán la travesía un poco más liviana.
Una mirada distinta hacia las personas venezolanas
Elisa Carlaccini cuenta que parte de su trabajo es ayudar a quienes han llegado desde Venezuela, para encontrar seguridad y oportunidades. Muchos recorren las calles de El Poblado sin saber cuáles son sus derechos o cómo avanzar. De acuerdo con las cifras oficiales, se calcula que actualmente viven 391,833 personas venezolanas en Antioquia. Y muchas no encuentran empleo por los prejuicios o la cantidad de documentación que les solicitan, ante el temor.
Cuando se le pregunta cómo es posible ayudar a estas personas, dice que lo primero, es verse en el otro y entender que cualquiera puede ser un refugiado o un migrante. “Es algo que le ha pasado a otros colombianos”, explica. Y agrega: “ayuda mucho dejar los prejuicios y ofrecer oportunidades de trabajo cambian una vida. Aquí, estamos para resolver preguntas o ayudar a que así suceda”, concluye.
Las personas que quieran ayudar o contratar a personas refugiadas o migrantes, pueden hacer sus preguntas a Yuliana Vargas, Asistente de Soluciones Duraderas de ACNUR en Medellín, en este mail: [email protected]