No había conocido un término en los últimos años más usado, más distorsionado, más manoseado que “emprendimiento”, después del término “innovación”. Se volvió, más allá de una tendencia, algo casi que banal, algo tan peligrosamente sexi que suena casi como una canción de reggaeton (no tengo nada contra el género) pero la ilusión que produce solo la superan las ganas de retribución de corto plazo.
Y el emprendimiento está lejos pero muy lejos de eso. A mis casi 10 de años del natalicio de convertirme en emprendedor, y después de haber fundado y fundido múltiples iniciativas, incluidas TurboBOY y la vigente Vozy, solo les puedo compartir de manera muy sincera y transparente que la factura que estas pasan son absolutamente reales y dolorosas.
No estoy por inducir miedo ni mucho menos, todo lo contrario, pero es que arrancar un negocio, del estilo que sea, es un ejercicio muy agotador y como dicen muchos, incluido yo, claramente no es para todo el mundo.
Sí, romanticé con el concepto de emprender. Renuncié a mi vida corporativa, evidentemente por encontrar nuevos retos; pero no les voy a mentir: esa satisfacción de corto plazo vendida por los medios no fue ajena a mi película mental de que iba a ser recompensado casi que de la noche a la mañana. Pero la realidad es otra, y si uno quiere lograr crear algo que dure en el tiempo, pues tiene que invertir en lo mismo, tiempo y otras variables adicionales para que todo funcione.
No me malinterpreten: me he gozado cada segundo desde que ayudé a cofundar TurboBOY (mi primera startup) y, desde ahí, mi amor por el emprendimiento no ha hecho sino crecer. Sentir el impacto que genera desde diferentes frentes, el ser capaz de presenciar que sos apto para hacer cosas que tu mente antes no creía ser capaz de lograr, y luego extrapolar eso y llevarlo a las demás personas que te rodean se convirtió en mi dosis favorita de adrenalina, y eso para mí no tiene comparación con otra actividad.
Por eso mismo, si alguien se quiere adentrar al mundo de crear, desarrollar y poner en marcha un negocio o startup, muy bienvenida y bienvenido, pero solo tenga en cuenta que el costo de oportunidad es alto, bien alto; solo que la gratificación es casi que infinita, así que vale la pena y mucho.
Siempre que me invitan a dar charlas o puedo abrir espacios para compartir cosas con emprendedoras y emprendedores les dejo al final estas reflexiones de la cual soy un profundo creyente:
– Si vas a emprender, ten en cuenta lo que significa la palabra sacrificio, porque vas a tener que hacer muchos. Sociales, familiares, emocionales y físicos.
– Saber de antemano que la probabilidad de fracasar es la más alta de todas. No se trata de hacerle una oda a la palabra fracaso ni mucho menos, pero a lo mejor no te funcione a la primera, tal vez a la segunda tampoco; ahora, que la tercera sea la vencida. Aprende de errores anteriores, itera rápido y avanza sin que el miedo te paralice.
– Y, por último, lo más importante. Emprender, como gran parte de las cosas buenas de la vida, es un ejercicio de paciencia, mucha paciencia. Nada ocurre de un día para otro y si entendemos esto, estamos listos para el ruedo.
Así que, ánimo, y vayan “a por todo y con toda”.