Progresar en la reducción del consumo también implica más trabajo empírico para descifrar qué funciona a la hora de combatir y corregir el problema. Sabemos que el abuso de sustancias no es simplemente el resultado de una mala elección. Es una enfermedad biológica, sicológica y social. Es decir, si bien las elecciones que toman las personas cumplen un papel determinante en una adicción, no son las únicas culpables. Entender eso es importante, pues uno de los factores que a menudo se pasa por alto es la trascendencia del apoyo social. Desafortunadamente, en la fallida guerra contra las drogas también hemos desatado y declarado una innecesaria guerra contra los consumidores a través de la estigmatización. Mientras más se comprenda el uso y el abuso de las drogas como un problema de salud, más se podrán sanar sus repercusiones. Pero seguimos quedándonos cortos.
Hace poco más de un año, el New York Times publicó una discusión de uno de sus foros en línea, en el que preguntaba a varios expertos ¿qué es la adicción? Se les pedía que opinaran si las adicciones son un desorden, una enfermedad, materia de debilidad humana, o algo diferente. En ella se habló en profundidad sobre los esfuerzos científicos de los últimos 25 años para desarrollar medicamentos que bloquean los efectos de recompensa que producen las drogas en el cuerpo y sobre la posibilidad de desarrollar una vacuna para prevenir la adicción a la cocaína. Ese conocimiento y esa discusión es más que válida y necesaria, así como lo son las encuestas y estudios de los índices de consumo, del origen de la adicción y si se llega a ella por curiosidad u otro medio. Sin embargo, uno de los puntos que sobresalen en el foro mencionado –para tratar de ir más allá en la discusión–, es que al enfocarnos en el debate de si la adicción es una enfermedad o una elección, y al centrarnos en las estadísticas del consumo, nos alejamos de otras discusiones que, quizá, son igualmente importantes: ¿cómo se dan los casos de recuperación y rehabilitación de forma exitosa? ¿por qué se invierte poco en el estudio de los buenos resultados?
Shawn Achor, psicólogo de la Universidad de Harvard y uno de los especialistas más reconocidos en psicología positiva, plantea que la manera de acercarse a las soluciones sociales a través del estudio de la enfermedad es mucho menos eficiente que a través del entendimiento de la cura. Esa ruta, aplicada a la drogadicción, nos debe interesar, al menos, tanto como saber cuántos adictos hay y cómo llegaron a exponerse a las drogas. Vale la pena preguntarse qué tan significativas son las soluciones que se han logrado a través de los datos y encuestas tradicionales. Y de paso, preguntarse qué tanto se puede beneficiar la sociedad al enfocarse en el estudio de la recuperación de un adicto: ahorro en costos de salud, del sistema legal, en perjuicios y daños hechos lejos de la sobriedad, etcétera.
La organización Rostros y Voces de la Recuperación (en Estados Unidos) publica anualmente una encuesta titulada La Vida en la Recuperación que documenta los dramáticos resultados positivos de las personas que entran en programas de rehabilitación efectiva y que afectan a toda la comunidad: empleo estable, ahorro, educación, participación en actividades familiares, voluntariados y creación de empresas. ¿Qué tanta información tenemos nosotros sobre aquellas personas que han tenido un éxito medible en su proceso de rehabilitación? Este tipo de estudios existen para determinar cómo se sostiene en el tiempo la recuperación de pacientes con cáncer o sida y qué factores inciden en los casos de remisión. ¿Por qué no abundan para las adicciones?