Todas las grandes ciudades en el mundo han recuperado sus centros, pero en Medellín la lógica de la última administración es la de ir cerrando porciones para tener pequeños espacios controlados en los cuales mostrar resultados inocuos respecto a una verdadera transformación. Una reflexión que comparte con los lectores de Vivir en El Poblado el concejal Luis Bernardo Vélez.
No es necesario enumerar la lista de cosas que Medellín tiene hoy en estado de abandono o, lo que es peor, en ruinas. Hay sectores de la ciudad en los que confluyen todas las problemáticas y que se erigen como símbolos de la ausencia de soluciones o de medidas cortoplacistas. El centro de la ciudad, por ejemplo, contiene un gran número de situaciones tales como la delincuencia común y la organizada, el control territorial por parte de combos, infraestructura peatonal y pública abandonada o ruinosa, explotación infantil, prostitución, mendicidad, consumo y venta de drogas, etc.
El caso del centro de Medellín arrastra tantas décadas que parece que nos hubiéramos resignado a tener este centro cada vez más problemático, que para bien o para mal, todos de alguna manera tenemos que ir a él, habitarlo, recorrerlo o simplemente padecerlo. Todas las grandes ciudades en el mundo han recuperado sus centros, pero en Medellín la lógica de la última administración es la de ir cerrando porciones para tener pequeños espacios controlados en los cuales mostrar resultados inocuos respecto a una verdadera transformación. ¿A quién se le ocurriría ir hoy en horas de la noche al centro de Medellín desprevenidamente? Trabajo y propuestas hay desde los sectores privados, culturales, educativos, comerciales y sociales, pero oídos no para unir esfuerzos. Pero el asunto no se queda allí: a la ciudad se le está dejando coger ventaja el descuido.
El Poblado, y particularmente las inmediaciones al Parque Lleras, y hasta en el tradicional e histórico parque principal se han convertido en otro símbolo de la falta de articulación entre lo público y lo privado y, por otro lado, de la confluencia de diversas problemáticas desatendidas en la ciudad. No haré la lista larga tampoco porque todos la conocemos, pero solo basta intentar dar un paseo caminando por dicha zona, un viernes en la noche o un sábado, para vivir semejante aventura de contrastes del drama humano. Si uno es sensible y quiere a la ciudad y a las personas, de este recorrido le costará mucho llegar a su casa, por lo menos, sin alguna indignación. La aventura también es peatonal, si consideramos que ya no es posible caminar por andenes seguros, limpios, sin cambuches improvisados, en buen estado, sin motos y hasta sin carros parqueados en donde no deben. No puedo dejar de pensar que al menos en El Poblado hay andenes, porque el retraso en infraestructura peatonal en los barrios de Medellín ya nos ha devuelto al pasado y varias décadas. Ser peatón se convirtió en todo un riesgo, aun en el espacio que ha sido diseñado para serlo. Hay zonas vedadas en las horas de la noche, tales como el parque lineal La Presidenta, por poner solo un ejemplo cercano al parque y la estación de la policía.
¿A quién le sirve una ciudad así? No le sirve a sus habitantes, no le sirve a los comerciantes que tienen que sacar de su propio bolsillo para mantener las cosas en orden, no le sirve al turista que camina con miedo y tiene que lidiar con cualquier cantidad de incomodidades, no le sirve a las personas que diariamente deben ir a estos sectores a trabajar y salir a altas horas de la noche para sus casas, no le sirve a las personas que están destruyendo sus vidas en estos entornos, no nos sirve a los ciudadanos en general, que no necesitamos una ciudad que esté descuidada y con problemáticas que cada vez se van complicando más. En definitiva, la fata de gobierno, el abandono de procesos de transformación ciudadana y social, la desarticulación de sectores para que las intervenciones de la administración distrital sean más integrales y la improvisación en las medidas que toma la Alcaldía, cuando las toma, nos tienen viviendo en una ciudad que no merecemos. Sin embargo, hay grandes proyectos alumbrando a Medellín desde todas las esquinas y con luces muy potentes desde la cultura, la educación, las empresas, los comercios, las organizaciones sociales y ciudadanas y, sobre todo, esa luz de cada uno de quienes buscan todos los días que esta ciudad nos sirva a todos, a propios y a extraños.