Por Luisa Martínez
En la última caracterización de habitantes de calle en Medellín, realizada en enero de 2014 por la Universidad de Antioquia, se identificó que 3.250 personas viven en la calle y que 22 mil personas están en situación de calle, es decir, devengan su sustento en esta pero tienen un lugar donde vivir, según informe de la Secretaría de Inclusión Social y Familia.
“Tu dinero me condena a la calle”, es la consigna del Sistema de Atención al Habitante de Calle Adulto, de la Secretaría de Inclusión Social y Familia de Medellín
Este es un problema que preocupa en El Poblado. Tal como se reportó en la edición 617 (abril de 2015), líderes, comerciantes y autoridades perciben que la indigencia en la zona Rosa y Provenza, es creciente. En el día a día de este territorio, como en otros de la ciudad, se ve a clientes incómodos e inseguros, a transeúntes que prefieren ignorar la presencia de “indigentes, gamines, desechables…”, como en realidad, se les oye nombrar. En un artículo reciente de Alonso Salazar, Habitantes de calle: no han caído del cielo, el candidato a la alcaldía de Medellín expresó: “Nos hostigan, nos fastidian, nos producen conmiseración, dolor. Con todos esos sentimientos hay que buscarles una salida”.
Con el objetivo de discutir sobre los diferentes modelos y enfoques gubernamentales para abordar a la población habitante de calle y fortalecer estrategias locales, la Alcaldía de Medellín realizó el Foro Internacional Modelos Públicos de Atención Habitantes de Calle, el 11 y 12 de junio en Plaza Mayor. En este, representantes de Ámsterdam, Barcelona, Buenos Aires, Montevideo, Nueva York, París, Sao Paulo, Bogotá, Cali y Pereira, expusieron los ejes de este fenómeno, las causas que lo generan y los procesos y medidas que adoptan para identificar, resocializar y dignificar los derechos de esta población. Barcelona, Nueva York y Medellín, algunos ejemplos.
Barcelona: Un modelo hacia la personalización
Tener una estrategia de intervención con las personas sin hogar es un objetivo obligado de la Unión Europea. En ese sentido, el Programa Municipal de Atención a Personas sin Hogar de Barcelona, con una inversión anual de 25 millones de euros, sirve como observatorio para identificar quién está durmiendo en la calle, según afirma Carme Fortea Busquets, responsable del Departamento de Atención a Personas Vulnerables de Barcelona. En esa ciudad de 1.613. 393 personas, cada mes, la población promedio sin techo en la calle es de 750 personas y la población sin techo con equipamiento residencial es de 1.451 personas. Del total de viviendas, solo existe 1,5 viviendas sociales por cada mil habitantes. Allí, la inmigración es también un detonante. El 16,7 por ciento de la población extranjera está en situación irregular, en su mayoría, rumanos, húngaros, búlgaros, gitanos galaicos portugueses y africanos. A esto se suma la crisis de España de 2008 que generó un gran impacto en 2011; año en el que se incrementó el 25 por ciento en recursos para alojamiento en pisos de inclusión.
Para atender esta situación, Carme Fortea, concluye: “En Barcelona no nos estamos inventando nada, tanto países europeos como latinos estamos apuntando a lo mismo (…) intervengo a las personas más vulnerables e intento ponerlas en mejores condiciones para que accedan a los recursos de carácter normalizado”. Este modelo caracteriza a la población según la ETHOS (Tipología Europea de Sin Hogar y Exclusión Residencial), definida por la FEANTSA (Federación Europea de Organizaciones Nacionales que trabajan con Personas sin Hogar) y va en escala de transición: atención, acogida, tratamiento, atención de necesidades básicas, servicios de centro día, residencia temporal, vivienda de inclusión, vinculación. Este parte del concepto de que “en cualquier momento una persona puede pasar a ser sin hogar, vivimos en un estado de vulnerabilidad, nos puede fallar el trabajo, la familia, los amigos…”, por lo tanto “es una situación, no una característica de la persona”, enfatiza la funcionaria.
La apuesta es hacia el Housing First, un modelo innovador que permite acceder a la vivienda con carácter permanente. En Barcelona, inició este mes (junio de 2015) con 60 viviendas. Fortea asegura que ha sido difícil convencer a los políticos porque lo ven como un riesgo, sin embargo, cree que es un riesgo que se debe correr, pues la tendencia es hacia la personalización.
Entre sus retos y propuestas están prevención del sinhogarismo, dotación mayor a la vivienda, inserción laboral específica, mejora de servicios existentes, participación de los afectados para implementar recursos y potenciar al equipo social de atención, para evitar el circuito de vuelta a la calle, que es lo que más dificulta este proceso. Finalmente, puede ser desalentador cuando afirma: “la dotación de recursos no nos ha permitido disminuir las 700 personas que tenemos sin hogar”, sin embargo tiene la certeza de que, habrían más, si la dotación no fuera efectiva.
Nueva York: un modelo de datos
Maryanne Schretzman, directora ejecutiva del Centro de Innovación de la Vicealcaldia para Servicios Humanos y de Salud, de Nueva York, coincide con las causas estructurales e individuales expuestas sobre dicho fenómeno: vivienda insuficiente, desempleo, abuso de drogas, enfermedades mentales, pobreza, embarazos en adolescentes… Sin embargo, afirma: “para mí las personas sin hogar son una manifestación de las sociedades que no han cuidado de las personas más vulnerables”. Explica que en esa ciudad trabajan con varios equipos de agencias y hacen una investigación, basada en datos, de cada uno de sus cinco condados: Manhattan, Brooklyn, Queens, Staten Island y Bronx (el más pobre). Esta división les permitió identificar dónde están las personas más vulnerables de cada vecindario. Al respecto, Schretzman, reflexiona: “Esos datos que tenemos son personas y en los equipos nos preguntamos por quiénes necesitan más la ayuda, si es ético, si estamos haciendo un daño o les estamos haciendo un bien”. En Nueva York “hay una gran inequidad social y no todas las personas pueden pagar por un apartamento. Si en el vecindario se dan cuenta que alguien se va a quedar sin hogar, sabe que lo podemos ayudar”, asegura. Cuando hay desalojos, el Estado interviene, pues “es mejor pagar el desalojo que lidiar con personas en la calle”. Desde 1980 es un derecho de los ciudadanos ser recibido si no se tiene hogar. Para esto tienen un programa de albergues en los que actualmente residen 60 mil personas, entre ellas, familias, adultos solteros, adultos sin niños o personas con discapacidad. Asegura que en estos se involucra a las personas para que hagan algo útil. Para quienes no quieren ir a los albergues se creó un espacio con dormitorios donde pueden consumir alcohol y drogas, es decir, donde no hay reglas, excepto la seguridad. Esto les ha permitido eliminar los cambuches. También, cada año, en una noche de invierno de enero, identifican quienes en realidad viven en las calles. Atención en servicios básicos, adopción de jóvenes, detección de niños que viven en condiciones indignas, subsidios a las familias que viven con personas adictas o con problemas psicológicos, seguridad para quienes sufren violencia doméstica, son otras medidas. El presupuesto para esta gestión es de 850 millones de dólares al año, del que se destinan 3 mil dólares mensuales por individuo.
Medellín: superando metas
Medellín presentó su modelo Sistema de Atención al Habitante de Calle Adulto –entre los 18 y 59 años– de la Secretaría de Inclusión Social y Familia, con una inversión mensual de 3 mil 200 millones de pesos. Este se compone de Centros de Atención Básica, conocidos como Centros Día –creados en 1995 y restructurados en 2010–: Centro Día 1, servicios básicos (alimentación, aseo, dormitorios y talleres pedagógicos y sicosociales). Los usuarios cumplen horarios de entrada y salida (110 cupos). Centro Día 2, atención básica, dormitorios 24 horas y atención de personas con VIH y tuberculosis en fase de tratamiento. Cuando la situación es crítica, se contiene a la persona. Centro Día 3, usuarios con discapacidad física o cognitiva con dormitorio permanente (50 cupos). Actualmente los centros día atienden a 2.250 personas.
Después, van a la etapa de Resocialización, donde se garantiza una cama y se forma en un arte u oficio y el proceso finaliza en la etapa de Seguimiento y Egreso Productivo, en el que la persona logra un vínculo familiar, una deshabituación de calle e independencia económica. Según informe de la secretaría, este modelo no pretende rehabilitar, sino reducir el daño y mitigar el riesgo. Con los equipos de calle en diferentes zonas de la ciudad se logra sensibilizar en promedio 1.370 usuarios al mes, de los cuales, cerca de 438 ingresan a los Centros de Atención Básica. Entre 2012 y 2014, 221 usuarios fueron resocializados. El próximo 23 de junio 43 personas egresarán de este largo proceso.
Dentro de este sistema, también existen otros programas que atienden a jóvenes, niños y al adulto mayor.