Pilar Mejía. Fotografía León Darío Peláez
Pilar Mejía
Documentalista. “Cuando era muy niña, mi abuelo tenía una finca en Belencito El Corazón. En los años 60 era zona rural, ahora es la comuna 13 convulsionada y con mucha población. Cogíamos un bus en Junín, nos bajábamos en la terminal de El Corazón y caminábamos un rato, pasábamos una quebrada y llegábamos a la finca del abuelo que era como llegar al paraíso. Jugábamos en una montaña que había al lado, hermosa, verde, con árboles. La finca era rica, una construcción vieja, grande, tenía baño de inmersión, árboles inmensos, entre ellos un ciruelo y nos montábamos en la parte más alta a comer ciruelas. Mi abuelo la vendió en los años 70, pero esos lugares de la infancia se quedan en el corazón, sobre todo cuando uno fue feliz.
Ya en los 80 mi papá compró un apartamento en la urbanización Nueva Andalucía (San Javier), al lado del barrio Veinte de Julio. Mientras viví allí siempre me pregunté por el impacto que tendría la construcción de unidades residenciales al lado de sectores más deprimidos. La gente que habitaba en Nueva Andalucía era de una calidad humana impresionante, y siguen siendo amigos del alma después de tanto tiempo. Muchos pasaron las épocas difíciles de tanta violencia y enfrentamientos y allá siguen viviendo.
Por mi trabajo de documentalista, en los años 90 volví a Belencito y fui a la finca de mi abuelo, pero ya era la oficina de una empresa que saca arena de la montaña, así que la mitad de la montaña que recorría con tanta alegría cuando era niña estaba comida. Ya la conocen como La Arenera. La quebrada en la que nos bañábamos estaba totalmente contaminada. Como el ciruelo aún existía, me subí otra vez, me abracé a ese árbol y lloré.
Hoy en la comuna 13 hay mucho movimiento social y colectivo, porque cuando hay tanta violencia y tanto dolor, paralelamente surgen expresiones de paz, reconciliación, arte y cultura y la comuna 13 no ha sido la excepción. Allá hay grupos de mujeres trabajando el tema de su autonomía y de salir adelante, así como hay movimientos de jóvenes… Hay cosas muy interesantes en la comuna 13”.
Albéniz Vélez. Fotografía Róbinson Henao
Albéniz Vélez
Habitante de El Corazón. “Yo hice un estudio sobre la comuna 13 y me remonté hasta el año 1890. En 1938 La América dejó ser corregimiento para pasar a ser barrio. Antiguamente se llamaba La Granja y eran fincas de recreo. Se fue vendiendo lentamente y surgieron los barrios principales que fueron La América y San Javier. La gente que empezó a poblar las partes altas —lo que es hoy La Loma, El Salado, Belencito, El Corazón, Aguasfrías— fue la población negra que se trajo a Medellín para trabajar inicialmente en las minas. Como no había tantos minerales, estás personas fueron utilizadas para trabajar en las haciendas. Cuando estas se vinieron a menos, un terrateniente liberó a toda esta gente y les dijo que cogieran las partes altas del sector occidental. De ser trabajadores de fincas pasaron a ser dueños de tierras y se convirtieron en agricultores y llevaban sus productos a la Plaza de Mercado. Todavía hay muchos dedicados a la agricultura, sobre todo aquí en El Corazón (…).
Este sector era de gente honesta, trabajadora, luchadora pero en los años 70, con el narcotráfico, lentamente empezó a cambiar todo.
Después llegaron los grupos armados, primero los de izquierda y se apoderaron de todo, y luego las AUC y metieron a la comunidad en todo ese paseo. Se dio un enfrentamiento tremendo, no se respetó absolutamente a nadie, por grupos se adueñaron de sectores y se vivió una violencia muy grave porque no había ni dios ni ley. Ya con la Operación Orión lo que fue la guerrilla salió, pero los otros quedaron y siguieron actuando, no sabemos por qué razón, pero de todas maneras lo que se vive en ese momento es diferente a lo que se vivió. La gente disfruta de un diciembre, de celebrarle a sus hijos los cumpleaños, aunque persisten situaciones difíciles. En parte, es la falta de trabajo porque la población de esta comuna está estigmatizada. Hay buena disposición del gobierno, pero no es suficiente porque es mucha gente; los que contribuyeran a que esto se poblara tanto fueron los mismos políticos, ellos trajeron y patrocinaron la invasión de todo este sector, que era muy sano y muy bueno…”.
Juan Carmona. Fotografía Róbinson Henao
Juan Carmona
Ingeniero electrónico y líder comunitario. Vive en La Independencia No 1. “Resalto la resiliencia de sus habitantes. A pesar de la historia que se conoce afuera, la gente de la comuna 13 se ve feliz. Hay grupos armados, pero son una minoría frente a la cantidad de personas buenas. Hay muchos jóvenes que están en la universidad, van a trabajar. No se ve angustia o tristeza en las calles, los niños siempre están jugando, apropiándose de los espacios públicos, desplazándose de un lugar a otro cuando van a estudiar, se les ve la alegría. Es de las comunas con más dinámicas sociales y culturales. Hay organizaciones para todo, funcionan y tienen base social. Hay una tendencia a organizarse, a encontrarse con el otro, a formar grupos de baile, de rap, de hip hop, una tendencia alta a lo colectivo.
¿Qué tanto han servido las obras que ha construido el Municipio en la comuna 13? Demasiado, rompieron un paradigma, porque las grandes obras se estaban construyendo en otros lugares. Las escaleras eléctricas tuvieron incluso sus mayores contradictores en la comuna. Sin embargo, ahora se ve que blindan al barrio de problemas como el conflicto, la violencia. Allá se ve todo tipo de extranjeros con sus supercámaras, suben y bajan grabando en total tranquilidad. Esa obra a todo el mundo le cambió el chip, en la comuna sentimos que las escaleras nos ponen en la mira de todo el mundo, y eso lo entienden hasta los más ignorantes —que para mí son los que empuñan un arma—, entonces ese sector es absolutamente pacífico, así a la cuadra ya no lo sea y haya conflicto. La gente que vive alrededor de las escaleras eléctricas ha mejorado económicamente y en términos de convivencia.
El metrocable tiene la particularidad de unir la 13 con la 7, comunas que antes estaban a una hora de camino y ahora están a 20 minutos, además permitió la conexión con otros sectores de la comuna 13 culturalmente muy distintos, como El Pesebre, Blanquizal y El Paraíso.
Lo que se necesita urgente es mejorar la calidad de la educación de los colegios públicos; la diferencia con los privados es abismal, entonces sale uno a las oportunidades que da la ciudad en condiciones totalmente diferentes, muy por debajo de las competencias y capacidades que se exigen. También hace falta desarrollar una agenda cultural, académica y formativa mucho más intensa para que los muchachos aprovechen el tiempo libre…”.
Natalia Ospina. Fotografía Róbinson Henao
Natalia Ospina
Estudiante de Enfermería y Administración de Empresas y líder comunitaria. Vive en La Independencia N. 2. “La comuna tiene una particularidad y es que en los barrios más afectados por el conflicto y el posconflicto es donde más fuerte se trabaja lo cultural y el desarrollo social. La comuna tiene muchas organizaciones sociales, pero es muy dependiente de PP (Presupuesto Participativo), por eso las organizaciones tienen un impacto por temporadas, mientras dura la contratación, el resto del tiempo se pierde y los muchachos quedan en el limbo. Hace falta que aprendamos a autogestionarnos para no ser ‘ppdependientes’. También hacen falta procesos culturales e involucrar más a los jóvenes. Hay combos, el microtráfico hoy está muy marcado en la comuna y se ha ido llevando de a poquitos a muchos más jóvenes de los que antes había. Uno ve niños hasta de 11 y 12 años que empiezan a involucrarse en el microtráfico; hasta dentro de los colegios se está viendo. A esos jóvenes se les puede rescatar de muchas formas, pero no hay alternativas suficientes. Tampoco se puede echar la culpa a que no haya en qué ocuparles el tiempo, pues yo también viví mi adolescencia cuando el conflicto estaba tan marcado y eso no influyó para que tomara un camino diferente, pero uno sí sabe que se puede hacer algo para rescatar estos jóvenes y empezar a subirle el espíritu a la comuna. La solución no está en llevar policía, sino en empezar a coger este grupo de muchachos que están en el microtráfico, preguntarles qué les hace falta o qué necesidades tienen sus familias que los está llevando por este camino; ofrecerles estudio, un empleo. Hay comunas en las que sí se trabaja para erradicar esta situación, pero en la comuna 13 cada mes uno encuentra una plaza nueva y ve que no se está haciendo nada para evitarlo…”.
Las escaleras eléctricas pusieron a la comuna 13 en la mira internacional. Fotografía Róbinson Henao