Los usuarios del vehículo 5561 de Autobuses El Poblado Laureles, que cubre la ruta alimentadora del Metro en la estación Poblado, no salen de su asombro cuando el conductor alza la voz y los saluda con voz recia: “Bienvenidos, todos. Mi nombre es Nelson Tirado, para mí es un placer poderlos transportar en esta unidad. Les deseo a todos ustedes y a sus familias un día lleno de paz, alegría y salud”. Los pasajeros de esta ruta se miran, sonríen y agradecen al unísono.
En el anonimato y el ambiente impersonal habitual del transporte público, los usuarios que han hecho la fila a la interperie afuera de la estación, y tienen la fortuna de subirse al bus que conduce Nelson, cambian el semblante al iniciar el trayecto.
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Barranquillero de nacimiento, pero chocoano de alma y corazón, Nelson Tirado ha trabajado 30 de sus 55 años como conductor; primero en taxi y vehículos empresariales, y ahora en un bus de servicio público. Llegó hace tres años y medio de Quibdó para atender una cita médica, y encontró trabajo en Medellín gracias a un paisano.
“Una pasajera puso un video mío en las redes sociales, y dijo que yo era feliz como una lombriz. Así soy yo”.
“Una pasajera puso un video mío en las redes sociales, y dijo que yo era feliz como una lombriz. Así soy yo”, dice Nelson riéndose, y sorteando con éxito el taco de la avenida Las Vegas. Los pasajeros lo oyen tararear y seguir el ritmo de la música con sus dedos sobre el volante, y se sorprenden gratamente de ver que Nelson no le atraviesa su mole de carro a los vehículos pequeños, y respeta rigurosamente los paraderos. “Atención -dice-. A partir de este momento, yo les iré anunciando las paradas, y ustedes me timbran con anticipación si se bajan allí. No quiero que nadie se baje donde no es…”.
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Ni el bullicio ni el trajín ni los tacos, ni siquiera el malgenio de ciertos pasajeros, le han quitado a Nelson el alma festiva y la sonrisa permanente. “Este trabajo tiene su desgaste tanto mental como físico, pero yo trato de no dañarme el humor. La jornada es pesada, pero yo la hago suave porque amo mi trabajo”.
Al llegar a la estación, después de hacer su tercer recorrido, el conductor se despide amablemente de los pasajeros. “Qué bueno que todos los conductores fueran así, ome…”, dice un señor de bastón que baja tranquilo la escalera. Y Nelson le sonríe desde el retrovisor, orgulloso.