El primer libro de poemas de Mónica Quintero Restrepo se titula Tal vez a las cinco. La ausencia y la memoria están allí. La presentación es este jueves 15 de septiembre, en la Fiesta del Libro y la Cultura.
Su poesía nace de una necesidad interior muy profunda, tan intensa, que a veces desgarra. La vida de Mónica Quintero Restrepo, la periodista, la escritora, la repostera está cruzada por un acontecimiento muy fuerte: el asesinato de su padre cuando ella apenas había cumplido un año de vida.
Así que los recuerdos que tiene de él, de Eduardo, llegan de lo recordado por otros. La difusa memoria de quienes lo conocieron y compartieron con él, su esposa, sus familiares, sus amigos. Mónica ha preguntado, ha indagado. Algunas fotos le hablan de ese ser que una vez fue real y que ella ha inventado como un personaje literario.
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Sabe que ficciona al padre, sin embargo, en cada poema ella lo siente vívido. Lucía Donadío, fundadora y directora de Sílaba, la editorial que publicó el libro en este 2022, señala que, en esa necesidad tan profunda de escribir un sentimiento, se observa a una autora que ha encontrado una voz propia y que se conecta con realidades muy duras a través de la palabra. Hay en el libro una cotidianidad que se advierte desde varios ángulos. La belleza lo habita, las potentes imágenes se quedan en el lector que logra sumergirse en el dolor y la ausencia y en un pasado que está muy presente. Es, dice la editora, la vida de la mujer joven que desde hace años sintió que a través de la poesía podía manifestar hondura y desazón.
Hoy, en Fiesta del Libro y la Cultura, Mónica presentará Tal vez a las cinco. Jardín botánico. Salón Aurita López. 6:30 p.m.
Pareciera que la autora observara desde otro plano. De hecho, ella desde hace varios años tiene un seudónimo al que llamó Camila Avril. Ambas están en estas páginas en medio de una particular simbiosis. ¿Cuál de las dos escribe? Imposible saberlo. Puede ser que Camila sea más melancólica, puede ser que Mónica sea más realista, al fin y al cabo, su primera profesión es la de periodista.
Hace algunos años, Mónica asistió a un taller de escritura dirigido por Lucía Donadío. La maestra descubrió la fuerza de su alumna. Pasados los años, ella se encargó de motivarla a publicar. Mónica le mostró sus nuevos poemas nacidos de experiencias en las que el amor hiere y de otras en las que su entorno se imanta, su habitación, su calle, su gato, sus objetos. Lucía, sin embargo, le sugirió buscar esos poemas inspirados por la ausencia de Eduardo. Mónica los encontró, los revisó, los reeditó. Escribió algunos nuevos. El resultado es un libro redondo, en el que están las visiones que se tienen del ser ausente y esas otras que nacen de rupturas y sensaciones más recientes, con esa idea de descubrir la poesía en lo que está a su alrededor.
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La muerte es centro vital en este libro. Mónica afirma que esa experiencia primera con la muerte marcó su historia. Le dejó heridas y muchas preguntas relacionadas con el líder político, el estudioso, el ser amoroso que fue con ella, según le han contado. Un hombre sensible e inteligente que ella mitificó primero y que luego su madre le mostró que era humano, demasiado humano, como cualquier otro, con cualidades y defectos.
Con el paso del tiempo, Mónica ha entendido que su padre, ahora, es un invento de ella, y lo ha inventado según sus propias necesidades. “El Eduardo que está en mi cabeza no existió”, advierte, mientras conversamos sobre estas páginas y sobre las nuevas que harán parte de otro libro ya casi terminado y que está construido por fragmentos, historias narradas por otros, visiones personales que llegan como sueños y que le permiten armar un singular rompecabezas, en el que su alma de poeta se deja sentir.
Muchas veces lo ha enterrado, muchas veces lo ha revivido. Pero, “el muerto no está”. En algunos de los poemas de Tal vez a las cinco le habla como si estuviera a su lado. Mónica ha aprendido a no temerle a los sentimientos ni a la tristeza. Ella se expresa con delicada belleza y sutileza. El poema le permite explicarse cosas, le ayuda a sobrevivir, dice.
En Tal vez a las cinco hay una construcción tan personal, tan potente. Mónica se construye a sí misma en este libro en el que un recuerdo difuso está presente, es otra forma de memoria, esa que está habitada por un ser ausente.
Uno de sus poemas
Existes porque te pienso
Pongo todos los días un poco de mí
para que vivas.
No importa
Si no llegas en las noches
ni respondes en las tardes.
Entiendo que en la muerte
también se esté ocupado.