Minutos antes de salir al escenario del que será su primer concierto en Medellín, David Greilsammer siente emoción. También un poco de miedo. No importa que hayan pasado muchos conciertos atrás, que sepa el programa de memoria o que la Orquesta Filarmónica de Medellín y sus músicos lo hayan tratado con familiaridad. Una época nueva empezará, en una ciudad lejana de su mundo conocido. En el público, muy cerca de él, están sus padres, Ilan y Miriam, dos profesores universitarios que lo siguen adonde va.
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Este músico que puede dirigir mientras toca el piano, nació en Jerusalén, Israel, un 9 de agosto. Aunque hace unos años estuvo en Plaza Botero, viajó por Salento, Caldas, y hasta durmió en el Amazonas, no pensó que podría convertirse en el nuevo director de la Orquesta Filarmónica de Medellín. Tiempo después, y cuando la oportunidad apareció, decidió arriesgarse a empezar una nueva vida aquí, por lo que sintió en Medellín: pasión por la música.Y un deseo de cambio, para bien.
“Me gusta usar el poder que tiene la música para inspirar a las personas, lograr cambios y crear armonía”
Desde el 2013 es el director artístico de la Camerata de Ginebra, una orquesta que es reconocida en Europa por presentaciones distintas que pueden incluir coreografías, lectura de textos o combinaciones variadas de música. David Greilsammer no le tiene miedo al cambio o al desafío; solo necesita sentir que es posible causar un sentimiento en el público.
Ha pasado un poco más de una semana desde su llegada a Medellín y ya tiene claro qué talento tienen los músicos y qué le gustaría resaltar en ellos, para que la orquesta funcione e inspire a quienes la escuchen. Le gusta hablar con la gente y mirarla a los ojos. Sonríe ante la amabilidad recibida, y agradece por igual los gestos pequeños o acciones más grandes. Está convencido de que la música es un lenguaje universal y que, a través de ella, es posible lograr cambios en cualquier lugar del mundo. Por eso, también, quiso venir a Medellín, una ciudad que es capaz de transformarse y dejar realidades oscuras si la gente se une.
A esta posición llega después de un recorrido largo y continuo: empezó a estudiar música en Rubin Academy en Jerusalén, pasó por París, Nueva York, Suiza y por escenarios en continentes distintos, y en los que ha dirigido algunas de las orquestas más reconocidas del mundo. Su trabajo como solista y compositor ha sido resaltado por la crítica y por diarios como The New York Times.
Seguidor de compositores como Mozart, cree que las orquestas sinfónicas deben renovarse para que las personas vean su atractivo, y las composiciones de los autores clásicos perduren en el tiempo y pasen a las generaciones nuevas. En el caso de Medellín, sabe que “esta es una ciudad grande, con muchas personas que aún no han tenido la posibilidad de escuchar música clásica. Si creamos proyectos distintos que incluyan disciplinas como danza, teatro, circo o artes visuales, llegarán a nosotros personas provenientes de otros mundos. Filarmed tomará la tradición y la belleza del pasado y la llevará con ella hacia un camino nuevo: el de la innovación. Si lo hacemos, vamos a tener más público”.
Minutos después de salir al escenario, David Greilsammer recibe felicitaciones y saludos detrás del escenario. Se ve un poco cansado y feliz por lo logrado. Sabe que no es sencillo dirigir una orquesta mientras toca el piano. Sin embargo, lo hace porque le gusta sentirse un músico más dentro del escenario variado, también estar al mismo nivel de los demás mientras está sentado. “Esto me da la posibilidad de estar rodeado por los músicos, mirarlos, entender su vibración. Y eso me parece importante”. Y es que más allá de la técnica, un programa o la partitura que tiene cada uno, David Greilsammer dirige desde lo que siente, desde la sabiduría de ese lugar sensible al que muchos llaman corazón.