¿Qué pasa cuando un servidor público sobrepasa esa delgada línea entre lo ético y lo legal? Se pierde la confianza de la ciudadanía.
En la escalera principal del Museo de Antioquia, antes Palacio Municipal, los visitantes se topan con una enorme placa de piedra que recuerda los “Mandamientos a los empleados del municipio”. Hay que levantar la vista, en señal de respeto, para ver ese decálogo que interpela a los funcionarios públicos desde hace casi 70 años. “Recuerde siempre: usted es un servidor del pueblo -dice uno de los mandamientos-. El pueblo paga el salario de usted y tiene derecho a ser servido de buen grado y con buenos modales”.
Servir “de buen grado y con buenos modales”, dice el texto. Habla de comportamientos, de decisiones libres, de relaciones personales. No es un decreto ni una ley estatutaria: es un llamado a la ética de los servidores públicos, para generar confianza entre los ciudadanos.
El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, así como algunos de sus funcionarios y su esposa, acumulan un listado de comportamientos que sobrepasan esa línea delicada de la ética y la moral. “Eso no es ilegal”, respondió con desparpajo la esposa del alcalde, Diana Osorio, cuando un periodista de Caracol, el 23 de marzo, le preguntó si ella sí podía cantar abiertamente su voto por el candidato de su preferencia.
“Recuerde siempre: usted es un servidor del pueblo”, dice el decálogo.
En ese boquete abierto, seis funcionarios de alto nivel de la alcaldía de Medellín renunciaron para unirse a la campaña del mismo candidato. Dos de ellos amanecieron un lunes como secretarios de despacho, asistieron al consejo de gobierno, y con la silla todavía caliente, salieron a la plazoleta de La Alpujarra, vestidos de campaña, a contarles a los desprevenidos transeúntes que ellos eran distintos a los políticos tradicionales, que ellos representaban el cambio.
La misma palabra que utilizó este lunes 9 de mayo el alcalde Daniel Quintero, haciendo uso y ufanándose del lenguaje de doble sentido, de la implicatura, de la malicia. En su cuenta de Twitter publicó un video en el que simulaba, sonrisa socarrona, la conducción de un carro: “El cambio, en primera”. El mensaje, acompañado del mismo hashtag de la campaña del candidato de marras, encendió la ira de los ciudadanos en las redes sociales. El trino del doctor Andrés Aguirre, director del Hospital Pablo Tobón Uribe, resumió el sentimiento colectivo: “Habrá cosas que no son en estricto sentido ilegales, pero que no lucen. Usar los resquicios de la ley con astucia muestra las grietas de la conciencia moral”.
Pero los comentarios no se quedaron solo en las redes sociales. Esta vez, la solapada participación en política del alcalde pasó a mayores: la Procuradora General de la Nación, Margarita Cabello Blanco, anunció apertura de investigación y suspensión provisional del cargo, “por la presunta y reiterada intervención en actividades y controversias políticas”. Fue la respuesta a más de 30 denuncias acumuladas en el Ministerio Público por la misma razón. La más documentada, quizás, la de la Veeduría Todos por Medellín, enviada el 2 de mayo.
Independientemente de la discusión sobre el sesgo de la Procuraduría, al no aplicar el mismo rasero para otros funcionarios públicos del orden nacional que han incurrido en conductas similares, el mensaje que se le envía al alcalde de Medellín es contundente. El decálogo del antiguo Palacio Municipal termina con este mensaje: “Trate usted al público como quisiera que lo trataran a usted”.