“La etología es uno de esos campos en los que realmente aprendes a partir de la experiencia”.
Quería ser militar, y después publicista. Pero la conexión que desde niño tuvo con los animales le señaló el camino, y ahora su vida gira alrededor de los perros y su psicología.
Alejandro López es experto en etología, esa rama de la biología que estudia el carácter y el comportamiento animal. Un conocimiento que adquirió en Argentina y en España, aunque, afirma, “la etología es uno de esos campos en los que realmente aprendes a partir de la experiencia”. Por eso, su mejor carta de presentación son los 25 años dedicados al oficio.
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Basado en su área de especialización, “Educación instintivista, adiestramiento de perros basado en la etología”, creó dos fundaciones, High Performance Dogs y Villa Canina, donde entrena perros para la intervención asistida, la terapia médica y el apoyo emocional. Alejandro trabaja con diferentes fundaciones y organizaciones para que cuenten con sus perros entrenados para acompañar terapias infantiles, o como animales de compañía para personas con movilidad reducida o limitación visual.
En su relación diaria con las mascotas y sus dueños, a Alejandro le toca aclarar todo el tiempo que él no es un entrenador. ¿Que cuál es la diferencia? Lo primero, dice, es entender que un etólogo no necesita saber de adiestramiento, pero un adiestrador sí está obligado a saber de etología. Para entenderlo mejor, Alejandro lo explica en términos humanos: “Educar un perro es como enseñarle a comportarse ‘en sociedad’, es decir, lo que aprendemos en la casa, algo así como la urbanidad de Carreño; adiestrarlo es enseñarle cosas que no hacen parte de su naturaleza… como dar la mano, por ejemplo”. Y aclara: “¿De qué sirve tener un perro super adiestrado, pero que se comporta como ‘un gamín’?”.
Su mayor esfuerzo como perrólogo, cuenta, es que los dueños de las mascotas entiendan lo que significa tener un animal de compañía. A Alejandro le llegan familias angustiadas por el comportamiento de sus perros, y él, lo primero que hace es interrogar a los dueños. “El 80 % de los conflictos con los perros proviene de problemas humanos asociados con ellos”.
Y no es solamente cuestión de razas, sino también de entender la genética, la historia y el entorno en el que viven los animales. “La mejor perra de servicio que tengo es un rottweiler -dice-. Se llama Milagros, porque es una maravilla con los niños. La eduqué, la enseñé y la guié, y es el perro más amoroso del mundo. En cambio, la mayor parte de mis consultas son de perros chiquitos que son unas fieras -chihuahua, pincher, yorki-… Son super inteligentes, pero el problema es que los humanizan; no los ven como perros, sino como un bebé”.
Se ha ganado dificultades, por supuesto, por ser “demasiado frentero”, cuando ve que el animal no cuenta con las condiciones de cuidado o de entorno que requiere. “A la gente se le olvida que los perros son lobos domesticados que están en cautiverio en nuestras casas. No es sino comparar los nombres científicos: el del lobo es Canis lupus, y el del perro es Canis lupus familiaris…”.
Por eso no guarda ninguna sutileza para afirmar que muchos dueños de mascotas no son capaces de darles lo que ellas necesitan, sino lo que los humanos quieren. “Los perros nacen perfectos y comienzan a dañarse cuando llegan a las manos de los humanos. Para uno tener perro debería tener licencia”.
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Su lema como etólogo se parece a un mandamiento para la convivencia: “Que tener un perro sea lo más equilibrado posible; que te permita disfrutar de su compañía, y que, al mismo tiempo, el animalito sea feliz”.