Hoy, cinco años después, el Laboratorio de Arte, Cultura y Desarrollo del Oriente Antioqueño, es su proyecto bandera para seguir adelante
Por Saúl Álvarez Lara
Banasta es una caja de madera, según el diccionario. Banasta, la galería de arte en el segundo piso del Cómplex de Llanogrande, es, en sentido figurado, una caja con compartimentos que se amplían y enriquecen en contenido a medida que pasan el tiempo y las exposiciones. Banasta cumple cinco años de ejercicio ininterrumpido en el Oriente antioqueño, con una definición clara y sencilla de su quehacer profesional: Mediaciones Arte y Cultura.
Su función principal de mediar entre artistas, arte contemporáneo, público y región, está definida en cuatro áreas: la investigación académica en temas de arte y cultura; la comunicación y la gestión de proyectos con creadores, artistas e instituciones; la formación, su actividad principal, se enmarca en el espacio académico –tanto Clara Mónica Zapata como Armando Montoya, directores de Banasta, son docentes universitarios–; y la galería, el espacio físico donde la Corporación Banasta inició actividades.
¿Por qué en el Oriente?, les pregunto. “Vivimos en el Oriente”, responde Clara Mónica. El Oriente es un polo de desarrollo para Medellín, en pleno crecimiento, y era necesario tener en esta zona una galería para mostrar las creaciones actuales. Banasta es un punto de apoyo, de información y de contacto directo con el arte contemporáneo. «Tratamos, también, de descentralizar lo que sucede en el arte y la cultura en ciudades como Bogotá y Medellín con exposiciones de esos artistas en la galería. Además, nos hemos dado cuenta de que son muchos los artistas que trabajan en la región -complementa Armando-, y el objetivo es ejercer nuestra mediación para que el público los conozca.”
Banasta, la galería, es la continuación del proyecto pedagógico que Clara Mónica, Armando y el grupo que los acompaña han desarrollado durante años. Por un lado es una apertura a intervenciones creativas no ligadas a lo comercial y, por otro, la oportunidad de generar una relación con el público. “Más que obras terminadas, lo que exponemos es su proceso de creación. Propiciamos la posibilidad de hablar de la obra en encuentros entre artistas y público, como parte de las exposiciones. Es una experiencia directa desde la docencia, que ponemos en práctica con los artistas”, agrega Armando. “En un principio quienes asistían a las exposiciones venían de Medellín pero, aparte de ser satisfactorio, nos generaba preocupación porque necesitábamos, para cumplir nuestro objetivo, que las personas de la región se interesaran. Poco a poco lo hemos logrado, hemos tenido muestras donde los asistentes, en su mayoría, son del Oriente y el nombre Banasta tiene reconocimiento.”
Ocho personas estuvieron al inicio de la Corporación Banasta: Eduardo Sánchez, Diana Gómez, Adriana Ríos, Decenia Rodríguez, Antonio Valencia, Alejandro Vásquez y, por supuesto, Clara Mónica y Armando. Hoy, cinco años después, el Laboratorio de Arte, Cultura y Desarrollo del Oriente Antioqueño, es el proyecto bandera para seguir adelante, aparte, claro está, de la galería. “El Laboratorio recoge todas las áreas de Banasta”, dice Clara Mónica. “La formación como uno de los ejes más importantes; se trata de fortalecer un lugar donde el tema de la educación y la formación tengan mayor solidez en espacios físicos y los procesos formativos se encuentren a través de la práctica de los artistas, de los intelectuales, de los gestores culturales, de los académicos, de los empresarios. El Laboratorio es un espacio para el encuentro y la mediación pedagógica pero también está diseñado para producir, para que un artista trabaje allí durante un tiempo y cree su obra; no solo un artista, también un intelectual, un científico o un economista puede venir y trabajar en su proyecto. Se trata de un espacio físico donde convergen diferentes opciones para el desarrollo de las disciplinas del arte y la cultura con aproximación a temas del conocimiento. Y, por otro lado -continúa Clara Mónica-, generaremos la posibilidad de crear proyectos que impacten y beneficien el Oriente antioqueño. La meta es tener una Escuela de Arte y Cultura con una óptica amplia. En este mes de noviembre el Laboratorio inicia actividades con los distintos sectores de la región: tendremos reuniones con empresarios, con el sector de servicios, con colegios y universidades, con casas de la cultura y medios de comunicación. Ya hay un espacio físico a unos trescientos metros del Cómplex de Llanogrande, en dirección a Rionegro. Es el proyecto que nos lleva hacia el futuro”, dice y deja la puerta abierta para un próximo encuentro.