Fotos cortesía Musicreando
Una vieja casa en el centro de El Poblado. Un grupo de niños pequeños sentados en ronda en un salón amplio e iluminado con piso de tablilla de madera, repisas repletas de instrumentos, canecas llenas de telas y disfraces, y un piano. En similar aula, al lado, unas niñas en tutú; más allá, otras más grandecitas hacen una coreografía de danza contemporánea. Atrás, después del patio, en un cuarto pequeño, se oye una batería atenuada por la insonorización. Arriba, pintura y violín. En el jardín, los columpios, el rodadero, las barras y la tienda donde venden las más ricas papitas fritas caseras.
Por todas partes, abuelos, papás, mamás y nanas; algunos ocupados en sus aparatos electrónicos; unas cosiendo o tejiendo; otros, en deliciosas e interesantes conversaciones intergeneracionales, sólo interrumpidas por momentos para ir a espiar discretamente a su pequeño por un huequito. En esa alianza de amorosa complicidad, se cumple el deseo de los padres de darles a sus hijos el regalo de la música y el arte, de exponerlos a las cosas del espíritu y del goce por el mero placer, sin tareas ni utilitarismos, y con la convicción de que la vida está llena de matices.
Nadie parece tener prisa en ese ambiente cálido, del que los niños no quieren desprenderse después de las clases; hecho coherente con la disposición generosa de la familia Zuluaga Rivera y con la forma natural y sencilla cómo traducen para los niños la complejidad de la música para enseñarla como si fuera fácil. Así, el refinamiento del lenguaje musical presentado con tanta gracia, entusiasma y emociona a los más chiquitos que corretean alegres con sus acompañantes sobre caballitos de palo al ritmo de la obertura de Guillermo Tel para terminar con la coreografía del “baile galante”.
Fotos cortesía Musicreando
Inevitable preguntarse por el comienzo de todo esto. Un dato original empieza a dar luces: los once hijos de Antonio y Piedad crecieron celebrando, sin falta, el cumpleaños de Virgilio el quince de octubre. Virgilio, el poeta que con un encanto y una pasión maravillosos tuvo el poder de hacer llegar al alma el más profundo sentido y las más recónditas armonías de la naturaleza, sintetiza la vocación poética y la ávida curiosidad estética que respiran hijos y nietos. “La música fue aquí”, dice la madre señalando el pianoforte negro Meser Bros N.Y. que preside la sala familiar. En él se inició la prole completa, con ella como primera maestra.
Antonio, el padre, fue consciente desde el principio del talento de su familia y, no solo lo propició trabajando en varios lugares para que sus hijos tuvieran una buena formación musical, sino que hizo parte de la estudiantina de la Universidad San Buenaventura cuando él y Piedad estudiaron Sociología en la jornada nocturna, hasta graduarse en 1980. En ese entonces, al llegar a la casa a las diez de la noche, encontraban a los hijos cantando acompañados de guitarras, tiples, violín, clarinete…
Así nació el preescolar Buhitos en 1982 y luego, en 1994, Musicreando, con el lema “Educación sensible para una vida feliz”; la misión de “despertar en los alumnos el amor por la música, la danza, el teatro: en una palabra, el arte, manifestación sublime del espíritu humano”; y la visión de “trabajar con los niños y niñas un proceso educativo que los enriquezca desde su cotidianidad para la vida de adulto”. Con lo cual se cumplía el deseo de los padres de verlos trabajando en una academia donde proyectaran a la sociedad su conocimiento y su talante.
Veintiséis años en los que han puesto en escena seis musicales, algunos basados en clásicos de la literatura universal, como Oliver Twist y El mago de Oz. Además, han hecho numerosas grabaciones discográficas y videos, entre las que destacan los Canticuentos, que incluyen las canciones favoritas, como “La iguana”, “La serpiente de tierra caliente” y “La bruja loca”, de la autora chilena Marlore Andwanter, quien acompañó en persona la presentación de Canticuentos: el musical, en el Teatro Metropolitano. El mismo disco fue prenominado a los premios Grammy, categoría disco infantil, en 2012.
Fotos cortesía Musicreando
Los hermanos Zuluaga Rivera y los profesores adoptados por ellos, conforman el equipo al que la Asamblea Departamental decidió conferirle La Orden Al Mérito Cívico Y Empresarial Mariscal Jorge Robledo, Grado Oro, “otorgada como un merecido homenaje a aquellas personas y entidades que con su trabajo han honrado al Departamento y le han hecho importantes aportes a su desarrollo en diferentes campos”. El Acto de entrega se llevó a cabo el viernes 24 de octubre a las 4 pm en el recinto de la Asamblea de Antioquia.
¡Felicitaciones! La mística del amor es contagiosa y envolvente.
Paloma Pérez Sastre, la abuela de Alicia Ramírez O.