“Quizás algún día / tú sepas comprender / lo que lloré / lo que imploré de rodillas / a esos hijos de perra. / Era de noche gritaba / los cerros remedaban / y la gente reía. / Con mi dolor luché diciendo,/ a ti te habrá parido / una perra con rabia… / Por eso les has comido tú sus senos. / Ahora pues, trágame a mí. / Ahora pues, chúpame a mí, / como a tu madre. /A esa mujer que les canta / que de noche la agarraron / la violaron. / No les dio pena / de mi hija no nacida. / No les dio vergüenza. / Esta noche me agarraron, me violaron/ no les dio pena que mi hija/ les viera desde dentro. / Y no contentos con eso, / me han hecho tragar / el pene muerto / de mi marido Josefo. / Su pobre pene muerto sazonado / con pólvora. / Con ese dolor gritaba, / mejor mátame / y entiérrame con mi Josefo”.
Con esta canción, que se presenta como diálogo entre una madre y una hija, la directora peruana Claudia Llosa inicia su película La teta asustada. Esta se estrenó en 2009 y ese mismo año ganó el Oso de Oro a mejor película en el Festival de Berlín y en 2010 fue nominada al premio Óscar en la categoría de mejor película en idioma extranjero.
La de La teta asustada es la historia de Fausta, hija de una mujer quechua e hija de la violencia que vivió Perú en 1980, que en este caso, retrata lo que sufrieron las mujeres campesinas y mujeres de esa comunidad indígena. Fausta padece de “La teta asustada”, una enfermedad que se transmite por la leche materna de las mujeres maltratadas por los grupos armados, dejando así un dolor infalible y ancestral difícil de arrancar. Su directora, Claudia Llosa, vino por primera vez a Colombia y pasó por Medellín durante el 12° Festival de Cine Colombiano. Habló con Vivir en El Poblado para dejarnos algo de ella, una idea de su cine, de las motivaciones de La teta asustada y sus demás historias. Madeinusa, es su ópera prima (2006) y Aloft (No llores, vuela) es su última película, ganadora del premio a la mejor fotografía en el 17° Festival de Cine Español de Málaga, y la cual se estrenará a finales de 2014 en América Latina.
En la rueda de prensa, en el Salón del Concejo del Museo de Antioquia, Claudia Llosa, con ojos muy claros y un pelo cuidadosamente desordenado, apareció divertida y alegre, al lado de los otros invitados al Festival. A su derecha estaba el mexicano Samuel Larson (diseñar de sonido y editor) y a su izquierda el cineasta colombiano Víctor Gaviria (director del Festival), con quien por un momento, Claudia se detuvo en el mural de Pedro Nel Gómez que podía ver en el fondo del Salón. Debió de ser de esas cosas que en la vida le impresionan. Se podía deducir por su mirada interesada, que iba del mural a la cara de Víctor para preguntarle algo. Pero la claridad de su mirada se puede ver realmente cuando se le tiene de frente. Sus ojos son verdes, verdes como canicas de cristal, infinitos e inaccesibles, pero a la vez cándidos y amigables. Así con esa mirada intensa y sentada en una banca en las afueras del Salón, le preguntamos:
¿Por qué le llamó la atención hablar sobre el dolor que sufrieron estas mujeres?
Porque el miedo es algo con lo que las mujeres nos conectamos de una manera muy clara. No sé si te pasa a ti, pero cuando uno ha vivido en países como los nuestros, hay una conexión muy inmediata con ese dolor de los casos de violencia o cualquier tipo de abuso contra la mujer o cualquier persona. Todos sabemos que una de las grandes armas de guerra son precisamente las violaciones a las mujeres de las zonas de conflicto, porque rompen la dignidad, porque destroncan emocionalmente a la comunidad, destroncan al individuo testigo de lo que ocurre, destroncan a la mujer… Es un dolor que en el Perú vino además de todos lados, tanto de las Fuerzas Armadas como del grupo terrorista (Sendero Luminoso). Yo decía que todos tenían doble cara, que el peligro podía venir de todos lados, que no hay una manera de defenderte y tienes que aceptar el miedo como una constante en tu vida. No se trata de un incidente, se trata de un vivir año tras año, de un sentir… Y es lo que le pasa a Fausta, cómo ella carga con un sentimiento que hereda, que se trasmite por la leche; y además nos cuenta, a través de sus tradiciones, de sus mitos, cómo viven e interpretan los quechua estas problemáticas.
Y ¿cómo llegó a esta historia?
Porque empecé a leer muchísimos testimonios de mujeres y cayó en mis manos un libro de una médica antropóloga que se llama Kimberly Theidon, quien había entrevistado a diferentes mujeres. Una de esas mujeres mencionaba entre líneas “La teta asustada”, y empecé a investigar…Y me contacté con una psicoanalista que había estudiado el tema… Pero vi muy poquito. Esta psicoanalista era voluntaria para ayudar a mujeres víctimas y percibí mucho silencio, mucha incapacidad de comunicar, de decir lo que realmente habían vivido. No había manera, y solo a través de los mitos y de las pequeñas leyendas que se generaban podían volcar su interior. De ahí vino la idea de mi filme, de la dificultad de hablar y solo a través del canto decir lo que sentían… Por eso Fausta y su madre solo se comunican cantando. No hay otra manera de comunicar tanto dolor, tanta miseria, tanta decadencia humana, que endulzándolo a través del canto. Vomitarían en vez de hablar.
¿Para usted qué es el miedo y por qué cree que es importante hablar sobre los miedos humanos?
¡Uy el miedo, he leído mucho sobre el miedo, me encanta el tema! Porque no hay que razonar con el miedo, el miedo no se puede razonar. Es absolutamente inmediato. No admite la razón, te congela, te atrapa. La única manera de conquistar el miedo, cualquiera que sea, es con la acción, lo que sea, pero ¡hazlo!, porque si empiezas a razonar habrá siempre miles de explicaciones que te lleven a la parálisis. El miedo es un seductor. Es muy bueno cuando nos revela un peligro real, pero cuando nos revela un peligro que no es real, o exagerado o transmitido, heredamos miedos que no son nuestros. Como el miedo de madre a hijo:¡cuidado con esto!, ¡cuidado! A veces sin darnos cuenta transmitimos miedos ajenos a ellos. Se heredan miedos como en el caso de Fausta, seguimos cargando con mochilas que ya no tendríamos que tener. Y se convierten en cosas ocultas, difíciles de entender. ¿Cómo enfrentas ese miedo?, ¿cómo distingues entre el instinto protector y el instinto paralizador? Es tan difícil y tan distinto para cada caso, pero creo que la acción, que en el fondo es el cine, que en el fondo es movimiento, es lo único que evita el miedo.
¿En general, cuál es el tipo de historias que le gusta contar?
Me gusta mucho el universo, cómo el entorno visual, emocional y atmosférico de la historia influye en el personaje. Me fijo mucho en los entornos. Me gusta encontrar el entorno, casi que primero que al personaje. El entorno te cuenta algo más, que tú no sabes ni siquiera qué es. Es la naturaleza como ser que envuelve al alma. Al mismo tiempo me gusta mucho alejarme de lo que ya está estructurado. Las sociedades empiezan a estructurar, te empiezan a decir “esto es lo que tienes que hacer”, esto dónde tiene que ir, dónde tienes que estar para llegar a un vivir. Son estructuras sociales que están más cerca de las grandes ciudades, y cuando te alejas hay un desorden que te permite encontrar y explorar cosas distintas, la libertad que se encuentra fuera, lejos de la estructura, de los órdenes, de las líneas rectas… Me gusta alejarme de las grandes ciudades. Y si (para una película) estoy en una ciudad, tengo que estar en un lugar lejos, fuera de la línea. Me gusta mucho esta cosa distinta, que sorprende. Yo busco que la vida me sorprenda, tanto, que busco que el cine me sorprenda y quiero que una historia me sorprenda. (…) Me interesa mucho el universo femenino, las salidas, cómo logramos salir de esas estructuras que nos atrapan, que nos obligan a ser algo que no queremos ser, por más que sean estructuras que amamos, que nos dan seguridad. Es cómo reinventarse ¿no?
¿Cómo logra hablar de temas tan difíciles en sus películas y a la vez crear elementos narrativos tan diferentes?
Cada caso es distinto. En la última película, Aloft (No llores, vuela) (narra la historia de una atormentada madre y su hijo, marcados por una separación doloroso y accidental), yo tenía ganas de hablar de ese imaginario casi mágico que tenemos los seres humanos para encontrar una salida a nuestros problemas, a través de un pensamiento no racional, más bien metafórico, artístico, distinto. Yo no quería que fuera desde el lugar típico latino donde aceptas esta suerte de realismo mágico, como dicen aquí, y que está como muy conectada a nosotros. Quería hablar de una mirada muy humana, que es de todos, que está en todos lados, de pronto de manera distinta. Entonces me fui a lo más lejos de lo nuestro. Me fui al hielo, a contar una historia, que también podría pasar aquí (a mostrar la soledad de ese lugar alejado de la urbe).
De esas historias que ha encontrado en las películas colombianas, ¿cuál la ha cautivado?
De las que recuerdo, la que más me ha emocionado y que es más mi estilo es la de Ciro Guerra (Los viajes del viento). Me sorprendió mucho que (su protagonista) pudiera sanar, su viaje. Me conecto mucho con este tipo de cine. También me sorprendió Perro come perro.
Desde su punto de vista ¿por qué cree que un director quiere llegar a Hollywood?
Hollywood distorsiona todo. Es mentira lo de Hollywood… Bueno, no es mentira, es verdad. Pero yo no quiero llegar a Hollywood, yo quiero trabajar con actores, con equipos de gente que admiro. Yo quiero contar mi historia que le puede llegar a mucha gente. Y si coincide la oportunidad de contar una historia con un actor, un artista que quiera… está bien. Pero siempre para mí lo más importante es mantenerte independiente, ser el dueño de tu historia. No llores, vuela (con la actriz Jennifer Connelly) no es una película de Hollywood, es pagada con en un 80 % con dinero español, solo que esta vez se grabó en Canadá, como se pudo haber rodado en Colombia. En este caso fue allá, después volveré a rodar aquí, a Rusia, yo que sé… Creo que no hay que imitar, el compromiso real es buscar, experimentar y explorar no solo lo que uno conoce sino también lo desconocido. Ese es el compromiso que uno tiene como artista, no seguir las expectativas del otro. Nada interesante sale de la búsqueda de la complacencia, ni para uno ni para el otro.
Por curiosidad, ¿ha influenciado algo en su cine, ser sobrina de una persona tan querida en Latinoamérica como Mario Vargas Llosa?
La influencia no ha sido mucha. No es un tío que haya estado conmigo todo el tiempo, es un tío muy presente pero no es que esté conmigo siempre en mi casa. Mi familia es muy grande. Pero definitivamente ha influenciado a todo el mundo ¿no? Él es referente de literatura peruana, pero nunca lo sentí como un peso ni como una ayuda. Me lo preguntan mucho (risas) y yo trato de complacer con la respuesta (risas). A Mario lo quiero mucho y es muy cariñoso con nosotros, pero no es muy cercano.
Por último, Claudia, ¿qué quiere dejar aquí en Colombia, qué le quiere dejar a los directores y productores cinematográficos que la van a oír?
Lo más impactante para mí es descubrir tanta cercanía con ustedes, somos tan parecidos. Estoy muy emocionada con este Festival, me da mucho gusto de que sea gratuito y en una locación tan maravillosa. Me gusta poder hablar con la gente del seminario que quiere asistir, porque tiene una gran curiosidad. La única promesa que tengo es que, todo lo que yo sé, lo voy a transmitir. Todo lo que pueda en el tiempo que me den, lo voy a transmitir, eso es lo único que puedo prometer. No me voy a a guardar nada. He tenido gente muy generosa a lo largo de mi carrera y mi compromiso es ser igual de generosa como han sido conmigo. Y ya está.