Se habla de Manuel Mejía Vallejo

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Este año se iniciaron los preparativos para conmemorar los cien años del nacimiento del escritor colombiano Manuel Mejía Vallejo. Un inspirador encuentro con su vida y su obra.

Los caminos de Manuel Mejía Vallejo están por descubrirse. Mucho de él hay en sus obras, en sus entrevistas, en el recuerdo de sus amigos, en la memoria de sus alumnos; sin embargo, hay más. 

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La celebración de una vida es el motivo para volver sobre los pasos de alguien que dejó una huella. Manuel Mejía Vallejo lo hizo y su legado tiene mucho de realidad y de ficción. Su hija, María José, lidera el programa de conmemoración. A su lado está su familia y un grupo de amigos aliados, como Juan Diego Mejía, Juan Luis Mejía, Pilar Velilla, Elkin Restrepo, Diego García, y la lista crece fortalecida con la unión de algunas entidades de cultura, comunicación y educación, que participan de múltiples formas.

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Cuando se habla con María José se siente su emoción ante un reto que va mucho más allá de un día festivo. Por eso, se planea desde este 2021 con una serie de eventos previos que se convierten en el inicio de un viaje que se prolongará hasta abril de 2023, cuando se cumple el centenario.

Hacer visible un aniversario tiene muchos sentidos. En el caso de Manuel es volver sobre la obra de un autor que en sus cuentos y novelas logró ser visionario por temáticas que se adelantaron a su época y que hoy tienen un significado mayor. Igualmente, fue un ser carismático, de muchos matices. Su interés por la cultura y la educación, por la música y el arte; su deseo de compartir sus conocimientos con sus amigos y con alumnos jóvenes que buscaron en él las luces para iniciar ese bello y tortuoso camino de la literatura y la poesía, lo convierten en gestor. Manuel, el de los tangos, el del buen ron y el cigarro, el de las tertulias sin punto final en su finca Ziruma, en el Oriente antioqueño, y el de Balandú, su aldea imaginaria. Un hombre que marcó la historia de las letras del siglo XX en Colombia y que ha sido estudiado por investigadores de múltiples líneas de pensamiento, como Eliana María Urrego-Arango, quien indagó sobre su voz poética, sobre su espacio simbólico. 

Será este un tiempo para reconocer la vigencia de la obra del narrador antioqueño. La mujer, el patriarcado, el desplazamiento, la ecología, la memoria, el olvido, la identidad y la otredad fueron temas que él abordó con una expresión singular, tan ligada a la tierra y, al mismo tiempo, tan universal. 

El escritor Manuel Mejía Vallejo en su finca y refugio Ziruma, en el Oriente antioqueño, sitio de tertulias memorables. (Foto cortesía de la familia Mejía, donada al archivo de la BPP).
El escritor Manuel Mejía Vallejo en su finca y refugio Ziruma, en el Oriente antioqueño, sitio de tertulias memorables. (Foto cortesía de la familia Mejía, donada al archivo de la BPP).

Libros, obras, documental

Este programa se inició con la gestión que implica hacer alianzas, conseguir fondos. Ya se hizo una subasta de obras de arte y continuará la venta de piezas artísticas de manera virtual. Y se preparó una carpeta con obra gráfica numerada de los artistas Óscar Jaramillo, Hugo Zapata, Luis Fernando Peláez, Antonio Samudio y Félix Ángel. La página web está en construcción. La comunicación puede ser a través de este correo: [email protected].

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Se reeditarán más de 14 títulos, y se prepara un libro que da cuenta de su cercanía con la pintora Dora Ramírez, otra gran gestora, amante del arte, la música y la buena conversación, quien también nació en 1923 y fue tan carismática y tan vital como él. Sin duda, dos seres muy mágicos, que tuvieron mucho en común, más allá de sus familias, pues ella fue su suegra, madre de su esposa, Dora Luz Echeverría; abuela de sus hijos, Pablo Mateo, María José, Adelaida y Valeria. 

María José dice: “A mi padre lo que más le gustaba era la música y siempre estuvo entre la canción, con mi madre tras la guitarra; mi abuela con su delicada voz y amigos como Miguel Escobar y otros cantando, celebrando la vida con la música, acompañándolo con las canciones de las que él era un asombroso consueta, pero pésimo cantante (…)”. Tanto así que él decía: “Si yo hubiera sido cantante nadie me apagaría”. Y es por eso que en el homenaje la música será protagonista, con selección de esas canciones que Manuel amó y otras compuestas por su hija, que seguro al escritor le hubieran encantado.

Además, el documentalista Diego García está en la preproducción del documental titulado Prácticas para el recuerdo, que enfatizará en aspectos fundamentales de la vida del escritor, autor, entre otras obras, de las novelas La tierra éramos nosotros, Al pie de la ciudad, El día señalado (Premio Eugenio Nadal de España en 1963), Aire de tango, Las muertes ajenas, La casa de las dos palmas (Premio Rómulo Gallegos en 1989) y Los invocados. De los libros de cuentos Tiempo de sequía, Cuentos de zona tórrida, Las noches de la vigilia y Otras historias de Balandú. Y dentro de su obra poética, Prácticas para el olvido, El viento lo dijo, Memoria del olvido y Soledumbres. A los que se suman sus artículos periodísticos, sus ensayos, sus prólogos. Además, ha sido traducido al italiano, danés, alemán, sueco, ruso y portugués.

El escritor que quiso ser pintor

Manuel nació en Jericó, el 23 de abril de 1923 y murió en El Retiro, el 23 de julio de 1998. Primero quiso ser artista plástico y, de hecho, ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín, sin embargo, su vocación de narrador lo llevó por otros senderos. Y, si bien su obra está ligada a las letras, en ella la presencia del arte está muy presente, lo que se evidencia en su manera de pintar sus personajes, tan rudos, tan dulces; en la manera de hacernos sentir paisajes y poblados. Allí está ese que quiso ser pintor y dibujante, el inventor de juguetes, el que cantaba emocionado los mejores tangos y boleros de una tradición que lo acompañó. Ese que viajó por Venezuela, Guatemala, Salvador, Honduras. El que vivió momentos difíciles de confrontaciones políticas e ideológicas. El que sufrió el exilio. El que dirigió el Taller Literario de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. El que amó la vida.

"Mi papá entre humo", obra de Maria José, la hija de Manuel Mejía Vallejo, quien lidera el programa de conmemoración.
“Mi papá entre humo”, obra de Maria José, la hija de Manuel Mejía Vallejo, quien lidera el programa de conmemoración.

Se han destacado en él su prosa viva, su capacidad de observar y plasmar realidades de enorme contundencia; una obra que se nutrió de la historia, de las tradiciones populares, de su contemporaneidad; que mostró el tránsito de lo rural a lo urbano. Una obra que en su momento fue atrevida, en esa manera tan particular, tan potente, de convocar a sus lectores con sus búsquedas ficcionales.

Manuel, un hombre contemporáneo, visionario. Un hombre que miró su tierra y desde ella escribió, y que logró trascender conceptos esenciales de lo que es la sociedad, la humanidad con todas sus contradicciones. Tal vez, uno de los mejores homenajes que se le pudieran hacer sería que los colegios lo tuvieran como escritor invitado en este 2022. Conocer su narrativa es conocer también un poco del país que tuvimos y tenemos.

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Manuel dijo alguna vez que escribía por un lejano instinto de conservación, por un vanidoso temor a esfumarse completamente, a que los seres y las cosas que atestiguaron su camino llegaran a morir en su propia muerte. Nada más oportuno para mantener su recuerdo vivo que esta ofrenda que ahora se prepara.

Compromiso incondicional

Según Kurt Levy, colombianista, estudioso de la obra de Manuel Mejía Vallejo “se caracteriza por su honradez escrupulosa y el compromiso incondicional con su oficio. Ritmo y sonido proclaman la marcada conciencia del elemento auditivo que viene acentuándose cada vez más en su lenguaje a partir de El día señalado (…)”. 

Balandú

Esto era Balandú para Manuel: “Si vas a un pueblo donde se oye por lo menos el cascoteo de un caballo sobre las piedras, ese es Balandú; si pasas por un lugar y escuchas fuertes golpes de campana que hacen estremecer a las ramas sobre los tapiales, ese es Balandú; si llegas a un sitio de paredes altas y balcones y aleros carcomidos, con golondrinas en el vecindario, ese es Balandú; si ves hileras de muchachas con alegría temerosa por la plaza y sus aceras, eso es Balandú; si miras un llanto frente a una boca que ríe, campanas al fondo, eso es Balandú; si notas que el amor te hiere y se estanca en el corazón olvidado, eso es Balandú; si detrás de unos muros blancos sale un rezo coral de convento, ese es Balandú; si oyes canciones trasnochadas delante de unas orejas de prostíbulo pobre, ese es Balandú (…)”.

Dimensión humana

Sobre la obra de Manuel Mejía Vallejo esto opina la crítica e investigadora Luz Mary Giraldo: “(…) es reconocido por la creación del sugestivo espacio de nombre Balandú, que sugiere un pueblo desolado y una significativa cultura, por su narrativa crítica de la realidad nacional y de la violencia, por la sugestiva recreación de las costumbres, la dimensión humana de sus personajes y la acertada representación del paso de la provincia a la urbe (…)”. 

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