Quiérase o no, todo lo que pasa o deja de pasar con Space y sus constructores –Lérida CDO–, genera inquietud, como suele haberla en asuntos donde hay tantos intereses de por medio, sobre todo económicos. Pero en este caso con mayor razón, dadas sus características y la enervante lentitud para resolver dos situaciones fundamentales que ya deberían estar resueltas: el justo resarcimiento de los patrimonios de todas las familias afectadas y la demolición de las cuatro torres que quedan en pie.
Es lógico que las inquietudes se vayan acentuando. Sobre todo porque falta menos de mes y medio para cumplirse un año de la tragedia y todavía muchos de los damnificados de Space siguen en el limbo, como también lo están los propietarios de otras unidades residenciales construidas por CDO y evacuadas hace muchos meses por orden del Dagrd, entre ellas Continental Towers y Asensi –en El Poblado– y Colores de Calasania –en Calasanz–.
En cuanto a la demolición, hace rato está clarísimo, si nos atenemos a la recomendación de la Universidad de Los Andes y a la orden perentoria de la Inspección 14 A de El Poblado, que los fantasmagóricos edificios 1, 2, 3 y 4 de Space no deberían estar en pie, pues no son rehabilitables, como insisten sus constructores. Pero ahí siguen, lo que prolonga la agónica espera de los que no ven la hora de cerrar definitivamente este oscuro capítulo de sus vidas, recobrar su patrimonio y volver a trabajar por su sueño de tener una casa propia. Pero segura, claro.
A medida que pasa el tiempo se van sumando nuevas preguntas que al no tener respuesta propician conjeturas: ¿Qué va pasar con el lote de Space? ¿Será cierto lo que dijo el liquidador de Lérida CDO, Marco Tulio Zapata, que el Municipio está interesado en adquirir este terreno? ¿O será mas bien que es Lérida CDO la que está presionando para que la Alcaldía adquiera el lote y así considere pagados de una vez los gastos de la atención de la tragedia y por anticipado los de la demolición de las cuatro torres que Lérida CDO se negó a ejecutar? ¿Por qué se ha estado aplazando y aplazando la entrega del informe final de la Universidad de Los Andes sobre las causas del colapso de la torre 6? ¿Por qué Camacol sigue tan parco en el asunto? ¿Por qué, cuando ya no se usa (diez meses después), se pronuncia la SAI con un comunicado –bastante criticado, por cierto, tanto por los afectados como por profesionales del mismo gremio– en que solicita a la Alcaldía abstenerse de tomar “decisiones extremas sin que antes no se haya (SIC) establecido, con base en estudios técnicos detallados, que estas edificaciones no es posible repararlas y que por tanto no se podría corregir, adecuadamente, las deficiencias estructurales”. Es decir, qué casualidad, al igual que su expresidente y cabeza de CDO, Álvaro Villegas Moreno, la SAI tampoco quiere que se demuela lo que queda de Space.
¿Cómo es posible que aquellos que confiaron alguna vez en la constructora e hipotecaron sus vidas para tener un techo seguro, tengan que tomar medidas extremas como protestar en Plaza Mayor, poco antes de la inauguración de Expocamacol, a fin de llamar la atención de los gremios?
No en vano el alcalde Aníbal Gaviria, minutos después en la apertura de Expocamacol, reiteró el llamado al sector de la construcción a una profunda reflexión “sobre los posibles errores cometidos para que no vuelvan a repetirse”. Ojalá cuando se conmemore el primer aniversario de la tragedia, la reflexión se haya dado y las preguntas planteadas tengan respuesta.