Justamente hoy, cuando amplias zonas del país se enfrentan a una intensa sequía que ya ha cobrado vidas de niños, de miles de animales y de zonas de cultivos –y eso sin empezar el fenómeno de El Niño–; cuando a lo largo del planeta se sigue advirtiendo sobre la inminencia de la escasez mundial de agua; cuando el Ideam ha pronosticado que en años venideros el 70 por ciento de los municipios colombianos tendrá problemas de suministro de este líquido; cuando el cambio climático –con sus veranos extremos y sus largos inviernos– provocado por la acción del hombre es un hecho concreto; justamente en este momento, decíamos, entre los valles de Medellín y Rionegro está próximo a reiniciarse un cuestionado megaproyecto que, según conocedores del tema, amenaza varias fuentes de agua subterráneas y superficiales, el ecosistema y la calidad de vida de miles de pobladores de Santa Elena, del Valle de San Nicolás e incluso de las partes altas de Medellín.
Sobre el Túnel, persisten serias dudas de índole ambiental, financiera y social que obligan a mirarlo con lupa, antes de cometer, quizás, un error irreparable. Así se desprende de los argumentos expuestos el martes 5 de agosto, en Rionegro, durante el foro regional Túnel de Oriente: mitos y realidades, convocado por el Comité para la Defensa de la Montaña de Santa Elena, en alianza con la Alcaldía de Rionegro.
Los expositores, varios de ellos reconocidos expertos en el tema medioambiental, no solo anunciaron que demandarán nuevamente ante el Consejo de Estado este proyecto con el fin de evitar su reinicio, sino que detallaron los nocivos impactos que, en su consideración, tendrá sobre la autonomía territorial, el medio ambiente, la cultura, el tejido social, la economía y los ingresos de los ciudadanos del Oriente Antioqueño, los cuales aún no han sido estudiados.
Coincidieron en afirmar, entre otras cosas, que el Túnel no es necesario ni prioritario y que su construcción responde a intereses de un puñado de empresarios e inversionistas privados.
Denunciaron que no se ha tenido en cuenta el principio de precaución ambiental, que los estudios siguen incompletos y, por tanto, se desconoce cuánta agua se va a perder. “El Túnel de Oriente tiene que ser juzgado en términos de agua. Si se trataba de ahorrar tiempo, se debió haber hecho un estudio ambiental de alternativas diferentes al Túnel, pues el objetivo es buscar la obra que tenga menor impacto ambiental”, advirtió el exministro de Medio Ambiente, exdirector del Inderena y director del Foro Nacional Ambiental, Manuel Rodríguez Becerra.
También señalaron contradicciones de los defensores de la obra, cuando aseguran que las filtraciones de agua por causa del Túnel serán mínimas. “En la misma resolución que modifica la licencia, hacen una concesión de aguas para el contratista: le permiten utilizar hasta 20 litros por segundo, que es un señor chorro, para utilización de las aguas subterráneas producto de la infiltración”, como enfatizó el exministro de Minas y Energía, Jorge Eduardo Cock Londoño.
Con el panorama presentado, sobre el cual profundizaremos en esta y las siguientes ediciones, queda claro que sería un error reiniciar el túnel el 20 de agosto, como está previsto, sin antes cumplir los requisitos fijados por la ley. Y la razón es sencilla: con el agua no se juega.