Martha Senn se veía diminuta en el gran escenario del Teatro Metropolitano desde la silla trasera en donde estaba sentada, junto a su padre, la pequeña Catalina cuando tenía 12 años. Sin embargo, recuerda que de esa mujer reducida en tamaño por la lejanía, le llegó una voz fuerte que le gritó al oído.
Su padre fue el que insistió en que la niña, desde los cinco años, tocara piano. Ya como adolescente, Catalina Cuervo tocó la guitarra eléctrica porque le encantaba el rock. Ella, que creció en El Poblado, entró a estudiar a la academia Solo Rock, con Hugo Restrepo, quien la guió para elegir su carrera profesional. En el fondo siempre supo que no quería ejecutar un instrumento sino ser cantante. “Es de esas cosas que tú sabes que quieres pero no las haces”, dice Catalina, convertida en una mujer de treinta y dos años. Se fue en busca de ese sueño a Estados Unidos y vuelve a Medellín para presentarse en el escenario como en su momento lo hizo su tía abuela, Alba del Castillo. Aunque cuando Catalina nació, la soprano Alba del Castillo ya había muerto, su hermana, es decir, la abuela de Catalina, que fue la manager, le contó las historias de las óperas, le mostró las fotografías y la puso a oír su música. Fue así como la ópera se convirtió en su pasión.
Cuando terminó el colegio en el Colombo Británico, a sus 18 años, se fue a Miami, donde tomó clases de canto. Junto a su profesora Judith Haddon descubrió el vozarrón que llevaba dentro. Recibió becas y finalizó su pregrado en música vocal en la University of Florida y luego en Chicago realizó la maestría con énfasis en ópera en la Roosevelt University.
“Yo ya soy María”
Sentada en un hotel de la Milla de Oro, Catalina luce joven y elegante. Con sus labios pintados de rojo y el pelo recogido, alcanza uno a imaginarla con uno de los trajes con los que representa a María, en la ópera de tango María de Buenos Aires, de Astor Piazzolla.
Después de terminar su residencia en el Chicago Opera Theater, el Latino Music Festival buscaba una mezzosoprano hispana para María de Buenos Aires. Catalina es soprano y hasta ese momento supo que podía cantar como mezzosoprano. Después de ensayar, encontró en ella una nueva voz y el papel fue suyo. Se convirtió en la María de las siguientes seis producciones que se realizaron en Estados Unidos. El director y el productor uruguayos, que trabajaron con Piazzolla, le enseñaron todo sobre el tango y el lunfardo. Por eso puede cantar como argentina.
Para ella, la ópera tiene algo especial. “Cuando tú cantas sin un micrófono tu voz tiene un poder impresionante que llega a esos cientos de personas que están al frente y se siente una energía que no puedo explicar, es como si te estuvieran tocando. Me bajo del escenario y no puedo dormir por horas porque quedo como electrocutada”.
La Leyenda del Beso
Recuerda que en Medellín hizo un recital de canto clásico en Bellas Artes, en 2006, pero nunca más se presentó en Colombia. A pesar de que su género predilecto es la ópera, el tango y la música española han hecho parte de su repertorio. Por la invitación de la Fundación Prolírica de Antioquia, su debut será como Amapola, la protagonista de la zarzuela La Leyenda del Beso. Es la historia de una hermosa gitana que posee un embrujo, por eso quien intente besarla morirá. Se presentará el 5 y 6 de junio en el Teatro Metropolitano, a las 8 pm.