A medida que la ciudad crece en edificios y apartamentos, también aumenta en algunos el deseo de sentir la tierra y tener plantas.
Andrés Marcel visita casas, balcones o parques de unidades residenciales para atender el llamado de personas que lo buscan para encontrar ese contacto con la naturaleza
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Hoy puede estar en una finca en El Carmen de Viboral, en el Oriente antioqueño, o en un apartamento de El Poblado, el centro de Medellín o Laureles.
Llega hasta cada uno con una o varias cajas de madera, tierra, abono o unas plantas; todo depende de la voluntad o compromiso del interesado. Desde hace casi cinco años, Andrés Marcel se encarga de llevar el poder de las plantas hasta el lugar requerido; ninguna visita decepciona. De cada lugar nuevo o repetido, puede salir con plantas, alguna historia, enseñanza. Incluso, en una oportunidad salió de la casa de una bióloga con abejas angelitas y un poco de propóleo.
Ante la pandemia, la ausencia de fincas o parques públicos para algunos, el deseo ancestral de sentir las plantas y la naturaleza toma fuerza entre la gente. Además de casas o apartamentos, también visita jardines infantiles con la intención de enseñarles a los niños el proceso de siembra y cultivo de verduras, plantas aromáticas o flores medicinales.
En Medellín ya existe una red de huerteros, e instituciones como Comfama o el Parque Explora han enseñado recientemente a construir muebles para las huertas o aprender los elementos básicos del cultivo o la jardinería.
¿Quiénes lo buscan?
Parejas jóvenes o personas que viven solas, principalmente. También hay parejas con niños pequeños que quieren transmitir a ellos el gusto y cuidado por la naturaleza. También hay sibaritas, personas que disfrutan mucho la cocina y prefieren tener a la mano la albahaca o la hierbabuena, si van a preparar una bebida o plato.
¿Qué necesitan tener las personas interesadas en una huerta casera?
Además de una caja especial con tierra y plantas, es importante que entiendan que necesitan compromiso y constancia. Siempre que voy a un apartamento o casa por primera vez, pregunto si realmente hay disposición para el cuidado. Desde el momento en que llegan las plantas, cada uno es responsable de ellas; son seres vivos y necesitan atención. En este punto la sinceridad es muy importante, porque si alguien no tiene la capacidad de cuidar estos seres vivos, debe ser honesto para acompañarlo de otra forma o hacer un mantenimiento continuo.
¿Qué ha aprendido de nuestra cultura local en este proceso?
He entendido que somos de comprar y botar, de tirar las cosas si no funcionan a la primera o si ya perdieron su uso. Si la gallina ya no da huevos, es natural que muchos busquen la forma de prescindir de ella; también somos “el hacha de mis mayores” de nuestro himno: buscamos la productividad rápida y visible de objetos y procesos. Con las plantas entendemos el ciclo de la vida: hay vida, muerte, crecimiento, y se necesita paciencia, observación. Cuando llego a los lugares donde me buscan, soy consciente de que llevo un repositorio de vida y aprendizaje.
¿Cómo es la relación con las personas después de la siembra inicial?
La mayoría de veces que me llaman, atiendo la solicitud de la gente porque estoy seguro de que voy a encontrar algo interesante: una historia, una enseñanza, plantas nuevas. Generalmente, y después de que las personas comienzan y entienden el funcionamiento, entran a formar parte de una comunidad en la que nos ayudamos e interesamos por los demás.