110 años de vida en El Poblado
Tina vive con sus sobrinas en un apartamento donde se respira la tranquilidad de El Poblado de su juventud
Por Saúl Álvarez Lara
En 1899 Medellín era una villa de poco más de 50.000 habitantes. Aún se enviaban mensajeros, a pie o en mula, para comunicar las buenas nuevas a pesar de que los habitantes disponían, desde 1891, de cincuenta líneas telefónicas. A mediados de ese año don Coriolano Amador trajo el primer automóvil a la Villa a lomo de mula desde Puerto Berrío y esperó hasta el día que inició la Guerra de los Mil Días, en octubre, al técnico francés que lo armó y lo hizo funcionar. El 8 de mayo de ese año contrajeron matrimonio en la parroquia de San José de El Poblado don José Vidal Saldarriaga Posada y la señorita Inés Correa Vélez, ambos descendientes de familias pobladeñas. Un año después, el 7 de mayo de 1900, a las cinco de la tarde, nació el primer hijo y al año siguiente, el mismo día pero a las seis de la mañana, nació la segunda hija. Clementina, la tercera, rompió la racha de nacimientos en el mes de mayo, nació el 11 de agosto de 1902, a las ocho de la mañana. El matrimonio Saldarriaga Correa formó una familia de trece hijos, ocho mujeres y cinco varones.
Clementina Saldarriaga Correa, Tina para la familia, cumple 110 años este 11 de agosto. Sus sobrinas Margarita y Marta Saldarriaga cuidan de ella. A la muerte de los padres, dicen las sobrinas con voz suave, Tina fue a vivir con Laura, una de las hermanas solteras. Desde 1944 hasta el 11 de marzo de 1984, día de la muerte de Laura, las dos hermanas vivieron en la calle 10 No. 40-37 (donde hoy es la Galería De la Oficina), en una casa grande con solar donde sembraban flores, cuidaban gallinas, cosían, conversaban con las visitas y escuchaban radio. Vivían felices y las conocía todo el mundo, bajaban con frecuencia al parque, a misa, o a la tienda de uno de sus hermanos en la esquina noroccidental del parque.
“Cuando Laura murió, la casa donde Tina y su hermana pasaron buena parte de sus vidas era demasiado grande para ella sola -dicen las sobrinas-, entonces mi mamá, Isabel, la trajo a vivir con nosotros”. Tina siempre fue muy activa, cosía carpetas, colchas, hacía crochet para regalar a la familia o para la gente. A la muerte de Isabel hace dos años le entró la calma. Hoy Tina vive con sus sobrinas en un apartamento donde se respira la tranquilidad de El Poblado de su juventud donde abundaban los árboles de pomas, los potreros, las vacas, y las quebradas para ir de paseo con fiambre y mantel de cuadros los fines de semana.
Las sobrinas Marta y Margarita me muestran fotografías de aquellos años. Hay pocas de Tina en su juventud, en esa época era difícil hacer fotos, dicen. No todo el mundo tenía cámara y solo tomaban fotos en los paseos o en las ocasiones especiales. Hojeamos algunos álbumes, vimos fotos en blanco y negro de la familia al aire libre, en los patios de las casas, en celebraciones, había entre ellas uno que otro poncherazo de los que tomaban en Junín. En pocas fotos está Tina. Hay más de ella en épocas recientes, dicen las sobrinas, en sus cumpleaños o en otras celebraciones donde aparece sonriente. Tina siempre fue alegre y muy aliviada, agrega Marta, y me muestra la fotografía de la última celebración, el 20 de julio pasado, de los 101 años de la tía monja, hermana de Tina.
Hacíamos el recorrido por los álbumes familiares cuando Margarita, la sobrina que me recibió, dijo que Clementina estaba lista. Entramos en su habitación. Allí estaba ella con sus 110 años recostada entre cojines. Me vio un poco, quizá me escuchó cuando su sobrina le anunció mi presencia y la saludé. Me parece que respondió a mi saludo pero no estoy seguro, pensé que 110 años era edad suficiente para permitirse el silencio. Pensé en los cientos de historias que tendría para contar de El Poblado donde vivió toda su vida, de las idas a Medellín cada vez que necesitaba un hilo o un adorno para sus costuras, del colegio de La Presentación donde estudiaron ella y sus hermanas, de las vegas del río que veía al regresar de Medellín por la avenida Junín hasta cerca de su casa en Provenza. Sin embargo había que dejarla tranquila y regresamos al salón.
Entonces sucedieron dos hechos que debo resaltar. La sobrina Margarita sacó, de no sé dónde, una fotografía de la familia Saldarriaga en pleno, tomada quizá en la casa de Provenza, donde aparecen los bisabuelos Pastor y Genoveva, los abuelos Vidal e Inés y, alrededor, los hijos. Clementina en segunda fila, con un poco menos de veintidós años, y del otro lado de la fotografía en la misma fila de atrás, Margarita la hermana monja. Las únicas sobrevivientes de ese grupo.
El otro hecho es aun más sobresaliente. En cierto momento de la conversación Marta mencionó las libretas donde, desde la época de la abuela Inés, anotan los acontecimientos familiares. Son libretas verdes donde están registrados con letra pegada, azul, perfecta, los nacimientos, las horas, las fechas, los padrinos, los viajes, la vida de los miembros de la familia. Allí aparece que los padrinos de bautizo de Tina fueron Juan María Saldarriaga y Marcelina Uribe pero por inconveniente de última hora Marcelina fue reemplazada por Matilde Correa. El 15 de agosto de 1910 Tina hizo la primera comunión. Fue a Puerto Berrío con Bernardo y María el 3 de agosto de 1941 y a Yarumal el 5 de enero de 1949. Todo está anotado en las libretas que comenzó la abuela y pasaron a las tías y donde aún hoy las sobrinas escriben los acontecimientos de cada uno. Es una tradición familiar.
Clementina Saldarriaga Correa, descendiente de familias de El Poblado, cumple 110 años el próximo 11 de agosto. 110 años de vida e historia de la familia Saldarriaga Correa y de El Poblado se celebran ese día.