2050

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En medio de la agenda noticiosa del mundo entero -guerras, elecciones, pospandemia- se nos olvida que hay un tema del que no podemos dejar de hablar: el medio ambiente. Una reflexión que comparte con los lectores de Vivir en El Poblado el ingeniero sanitario Guillermo Morales Zapata. 

Qué sensación tan extraña estoy teniendo a tan tempranas horas del día. Como todas las mañanas, me desperté cuando el sol ya despuntaba, pero esta vez algo alterado, pues no podía dejar de pensar en el sueño que tuve anoche, que no fue uno cualquiera, fue un poco perturbador. Me senté lentamente en uno de los costados de mi cama, entorné los ojos, no para volver a dormir sino para tratar de recordar la secuencia de esta pesadilla. Y con qué lujo de detalles me empezaron a llegar las imágenes que mi memoria profunda disparó como sonoros flashazos en mi mente.  

El protagonista de este evento nocturno había sido yo mismo, pero en el año 2050, con la edad que tendría en esa época. Lo que me describió ese Guillermo del futuro fueron asuntos relacionados con el ambiente de nuestro planeta en ese periodo. 

Me empezó a decir que la Tierra, tal como yo la conocía, era otra, y que prácticamente todas las predicciones de los científicos climáticos a comienzos del presente siglo se habían cumplido a rajatabla, ante la indiferencia de toda la sociedad, que siguió haciendo lo que siempre ha hecho, alentada por su modelo de desarrollo, en detrimento de la madre Naturaleza. Qué habíamos seguido pensando en nuestras disputas internas (politiquería), o en guerras, con un consumismo desenfrenado, teniendo como motor de todo esto el uso masivo de los combustibles fósiles, y la deforestación incontrolada de nuestros principales bosques en el mundo, entre ellos la Amazonía, que ya no era una selva tropical, era una vasta llanura.

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Que, producto de todo esto, la temperatura del planeta se había incrementado cerca de 3°C, en promedio, en relación con la época preindustrial, y que esa condición había generado toda una serie de eventos catastróficos, que estaban poniendo en riesgo la viabilidad de la misma humanidad.

Ciudades costeras inundadas por el constante aumento del nivel del mar. Incremento de las olas de calor y sequías en muchos lugares del mundo, con las consabidas consecuencias de crisis alimentaria y hambrunas. Los océanos acidificados y llenos de plástico. Incendios por doquier. Escasez de agua en muchas regiones. 

Ya no existía la banquisa ártica ni sus osos polares; extinguidos, como muchas otras especies. Groenlandia y la Antártida se seguían derritiendo, lo mismo que la mayoría de nuestros glaciares andinos. 

Las temporadas de lluvias, huracanes, ciclones y tifones eran cada vez más intensas, frecuentes e imprevisibles, con sus efectos devastadores. La contaminación del aire en muchas megaciudades estaba afectando el estado de salud de quienes las habitaban.

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Y pasó. Poco a poco los recuerdos de anoche se fueron diluyendo, ya no eran míos, habían entrado en otro reino, donde ya no tenía ningún control ni potestad. Me solté, los dejé ir.

Volví a la realidad, a seguir pensando en el hoy, a seguir conviviendo con los hechos que van moldeando nuestro día a día y nuestro futuro, reconociendo que la crisis climática sigue aquí y en todas partes, que cada vez está más presente y evidente en nuestra cotidianidad, y que nuestra lucha contra ella la vamos perdiendo, y por goleada, todo un fracaso como humanidad. 

Guillermo Morales Zapata
Ingeniero Sanitario U. de A.
Pensionado EPM

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