Se me fueron las luces

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Se me fueron las luces 

 
     
 

El susto que pasé cuando recibí la llamada del Director reclamándome la columna fue algo semejante a una salida al tablero

 
     
 

Yo imaginaba que tenía adeptos, pero no tantos. La quincena pasada, por primera vez en más de 16 años se me olvidó escribir esta columna y el asunto tomó visos de gravedad. Sea esta la oportunidad para presentar excusas a mis asiduos lectores y de manera muy especial a mis colegas editores, quienes llegaron a creer que algo grave me había pasado, pues tal y como lo he dicho, durante más de tres lustros he cumplido de manera rigurosa con mi trabajo enviando columnas desde Leticia o Lisboa aún por medios muy anteriores al inmediato y contemporáneo correo electrónico. No tengo disculpa alguna… vivo tan tranquila que creí que mi última colaboración correspondía a la edición que me tragué con mi memoria.
¡Eso sí!, el susto que pasé cuando recibí la llamada del Director reclamándome la columna fue algo semejante a una salida al tablero -en épocas de colegio- con la mente en blanco y sin la más mínima imaginación o conocimiento para argumentar ante la pregunta del severo y tirano profesor de turno. Afortunadamente mi jefe la tomó con sabia resignación y aceptó mi débil respuesta, como se acepta un plato equivocado en un pedido de restaurante. Y pongo como ejemplo este traumatismo gastronómico, pues quienes hayan trabajado en el mundo de los restaurantes sabrán reconocer que no existe mayor despelote y confusión que el causado -no solo por el plato equivocado que debiendo salir para la mesa 4 sale para la 8- sino más aun, por el comensal desprevenido, quien no reconoce el plato que solicitó, pero lo degusta y lo desaparece de forma inmediata, generando de manera involuntaria una razón más que suficiente para que el cliente de la 8 jamás vuelva al restaurante.
Aclaro: yo no mandé mi columna para otra parte… el asunto fue que yo no escribí columna porque quedé tan satisfecha con la anterior que me quedé desentendida de escrituras culinarias y a causa de mi vida sin afanes quince días me parecen ocho.

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