Cambio las protestas por propuestas

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Pequeñas acciones individuales y colectivas pueden hacer grandes cambios en la calidad de vida de los ciudadanos.  El lector Miguel Aristizábal comparte con Vivir en El Poblado sus propuestas para mejorar la convivencia en el entorno cercano de una urbanización.

Me gustaría cambiar el tono en el que se plantean las propuestas: en vez de protestar y señalar lo que anda mal, una actitud que polariza y destruye todo lo que se le atraviesa, hago propuestas sencillas de acción local, residencial, comunal, de cuadra o perímetro que solo necesitan de nuestra sincronía, algunos recursos y buena vibra para su rápido despliegue, y que puedan transformar de manera positiva nuestros ecosistemas de vida. 

Este es un rápido ejemplo de algunos proyectos, aún en borrador, que he venido desarrollando durante mi encierro, y que, finalmente, propuse a la administración de mi edificio… y ya veremos cómo avanza la cosa.

Algunos proyectos podrían considerarse como experimentos temporales, flexibles y de bajo presupuesto, que promueven formas alternativas sobre cómo habitamos y nos adaptamos mejor a nuestros entornos. Proyectos que aportan a la sana convivencia, la protección del medio ambiente, la seguridad y la vida. 

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El tema presupuestal, así no lo sea, siempre será un foco importante de debate. Para esto, propongo una campaña de fondeo colectivo vecinal, un crowdfunding urbano o una vaca, como se llama aquí en Medellín, para implementar prototipos o pruebas piloto que nos permitan evaluar el impacto que propone cada proyecto Vs. el esfuerzo o beneficio resultante, antes de su descarte. 

Adelante, si quieren compartirlo con los administradores de sus viviendas: también las pueden comentar, enviarme sus propuestas de proyectos, madurar los míos, conectarnos con colaboradores, cocrear, sumar, tomar acción colectiva y propositiva para canalizar nuestra energía en la transformación de nuestros ecosistemas de vida.

Podemos comenzar con el desarrollo del ser, elevar conciencia, tomar acción y abordar un metro cuadrado, nuestro perímetro, el entorno más cercano, la familia, la naturaleza, los animales y nuestros amigos, que podrían convertirse en 7.8 billones de personas, todas y todos trabajando de manera sincronizada por el bien común, en un caos organizado y armónico que resuelve los retos más urgentes en poco tiempo, y a una fracción del costo y del esfuerzo; a través de la inteligencia colectiva y la colaboración, habilitados por la tecnología humana. 

¿Qué harían ustedes en el tamaño de una celda de parqueo en su edificio, conjunto o urbanización? ¿Qué los frena? ¿Y por qué? 

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Esta es mi propuesta de proyectos colectivos para ecosistemas de vida: 

  1. Huerta colectiva y compostaje urbano en zona verde o en una o dos celdas de parqueo de visitantes, completamente dotada para el cultivo en la ciudad. Cultivos de hidroponía o tradicionales. 
  2. Miniparque en una celda de parqueo de visitante, con banca, asoleadoras, panel solar para cargar celular, manga… adaptado como espacio público de común esparcimiento para tomar el sol, leer, estirarse, meditar, tomar un café, escuchar un podcast, respirar y sonreír…
  3. Reciclaje +Humano: fondeo colectivo entre vecinos para que el reciclador y su familia, que, por lo general, siempre es el mismo, tengan acceso a la seguridad social, salud, pensión y todo lo que necesiten. Sé que hay cooperativas a cargo de esto; sin embargo, merecen esto y más. 
  4. Sistema de riego circular para el reciclaje de aguas lluvia, que sirvan para el aseo de las zonas comunes, riego de plantas, la huerta de la propuesta 1, los animales y otros usos.
  5. Sistema inteligente de energía solar para la iluminación LED del estacionamiento y zonas comunes; dimerizable y automatizada.
  6. Acceso vehicular VIP automático, con cámaras de detección de placas. Registra ingresos y salidas, sirve como cámara CCTV, y genera listas blancas y negras para aceptar o denegar el acceso de vehículos.
  7. Campañas de fondeo colectivo local, para garantizar la implementación de pruebas piloto en corto tiempo y sin muchos recursos, que nos permitan evaluar el impacto positivo que propone cada proyecto Vs. el esfuerzo que requieren antes de su descarte. ¡Yo meto, pues, $200K para la huerta colectiva! 

Por: Miguel Aristizábal
WE.CITY – WE.HUMAN
[email protected]

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