Primer puesto al secretario de Cultura más malo

Fácil, fácil: el secretario de Cultura de Medellín, Álvaro Narváez, pasará a la historia como el más
malo que ha tenido la cultura en la ciudad. Al igual que el resto de la administración de Quintero,
él tampoco podía ser la excepción en el entramado que raspó la olla y, como dice Fico, “hasta se la
llevó”.
En este cuatrenio, la desfinanciación de los proyectos, la interrupción de los procesos, los
escándalos brillaron en su opaca gestión,, cuando por ser un personaje que venía del sector
cultural, se creía que museos, teatros y artistas iban a tener un buen futuro. Sin embargo, su falta
de gestión, de carácter y el deseo de beneficiar a ciertos amigos, hizo que todo quedara muy
bonito en el papel.
El período comenzó con Lina Gaviria, una gestora cultural con conocimiento, que pronto se dio
cuenta de la manera como la administración municipal manejaba las cosas con la corrupción por
dentro y poniéndola a ella como “firmante”, en la misma figura que trajo tantos problemas a la
secretaria de Educación. Lina Gaviria renunció rápidamente, para dejar el puesto a Narváez, quien
no le daba la cara a las instituciones, no aparecía cuando se le citaba, y ponía trabas y
procedimientos para dilatar todo y poderlo acomodar a sus intereses, poniendo al sector cultural a
sufrir con la esperanza de que llegaran los recursos de la Alcaldía.
Y, entonces, por poco no se hace el Festival de la Trova, por un lío de unas exempleadas por miedo
al escándalo. Si no es por los mismos trovadores, por primera vez en la Feria de las Flores no se
hubiera hecho Festival, el cual sufrió un proceso de desnaturalización; y de ser el concurso más
importante pasó a ser el más criticado por los mismos trovadores.
Y ni qué decir de la protesta de los silleteros, quienes también se sintieron maltratados por esta
administración municipal. Ellos, símbolo de la región y de la Feria de las Flores, tuvieron que salir a
desfilar, pero para protestar por recortes presupuestales, por temas logísticos fácilmente
solucionables, en fin, por simple desorden. Estos, los trovadores y los silleteros fueron dos
sectores que por primera vez tuvieron que alzar la mano para defender sus derechos adquiridos.
Lo mismo pasó con el programas de Formación de Públicos, que estaba enfocado a entregar
boletas para que las personas de los estratos 1, 2 y 3 ingresaran a teatros y museos, y esta
administración dilató tanto la cosa, que el tiempo de ejecución, que era de un año, terminó en
pocos meses y transformó totalmente la esencia del programa en “Públicos Dinámicos”, que no
era otra cosa que obligar a las instituciones a llevar programación cultural a los barrios, es decir, a
hacer la tarea que le correspondía a la misma Secretaría de Cultura Ciudadana. Y, lógicamente,
reduciendo el presupuesto con la excusa de que la marrana se había partido entre más.
Efectivamente a las instituciones les llegó un valor mínimo y les multiplicó las tareas por seis.
Otra perla de la administración de Quintero y Narváez fue la despedida de la directora de la
Biblioteca Pública Piloto, una institución amada por los paisas y mal tratada por esta

administración. Y ni qué decir de un secreto a voces, en donde los amigos del secretario se
beneficiaron con contratos mientras las demás instituciones le pedían recursos a gritos para
subsistir.
Tal vez, Quintero tuvo escándalos mucho más sonados, como Buen Comienzo, que tuvo muy mal
final, o toda la corrupción de Metroparques, pero la cultura no estuvo ajena a ese mismo sistema
de franquicia, donde el presupuesto se tercerizaba, donde se le daba, por ejemplo, la organización
de una actividad a una JAL, y del 100% del presupuesto a la actividad le llegaba un 20%, porque lo
demás se iba perdiendo en el camino.
Para seguir con el listado de desaciertos está la Feria de las Flores, mal organizada, sin sacar los
permisos a tiempo, improvisada, hecha a última hora. Recordemos que, de esta última, una
semana antes no se sabía ni la programación, como si no supieran que cada año la primera
semana de agosto se le dedica a esta festividad.
Cuando se empiece a hacer el empalme con las entrantes personas del área de Cultura, muy
seguramente se empezarán a conocer más escándalos y la manera como se dilapidaron los
recursos. Hasta ahora este tema está calladito y sin doliente, pero este será otro de los guardados
que tiene esta administración que se va.
Hacer proselitismo con la cultura es muy fácil y barato. Seguramente Narváez saldrá a defenderse
sacando un montón de ejecutorias mirando hacia los más pobres y el acceso a la cultura de las
comunidades más vulneradas, pero la verdad es que con él la cultura de Medellín retrocedió. Las
medidas tomadas contra el Museo de Antioquia, ni se diga… y más de malas, que durante este
período murió un ícono como el maestro Fernando Botero, y el día del homenaje, todo a cargo de
la Gobernación de Antioquia en Plaza Botero, la sociedad civil y los estamentos le mostraron el
repudio a la administración de Quintero en general, quien, para mayor embarrada, llegó
preguntando quiénes eran los hijos de Botero. Ni siquiera sabía quién era quién. Y el secretario de
Cultura, un convidado más.
Narváez se va enemistado con el sector cultural; desde hace rato las instituciones grandes y
pequeñas no lo tienen como un aliado, como un facilitador, como una solución, y su impronta
durante este periodo se puede resumir en una palabra: ineptitud, para ser generosos.

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