Pilas con las propinas

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La decisión es compleja porque la propina por costumbre es la muestra de agradecimiento, y cobra mayor importancia al saberse que es un ingreso fundamental para meseros y semejantes, es la contribución directa a los empleados de un negocio. Sin embargo, si se habla en términos legales, la caja registradora tiene unas obligaciones concretas frente a los derechos del consumidor.

Un recorrido aleatorio por restaurantes, como lo hizo Vivir en El Poblado, debería ser tarea frecuente de las autoridades. Encontrarían que no siempre la facturación se ajusta a las indicaciones de la ley: “La propina solo podrá ser cargada en la cuenta cuando el cliente lo autorice”; “es voluntaria, entonces el consumidor es quien decide si la paga o no”; “el cliente solo está obligado a pagar el valor del consumo y los otros importes autorizados por la Ley, como el Iva”.

El experimento implicó dejar 30 mil 510 pesos en “muestras voluntarias de agradecimiento”, eso sí en ninguna se encontró la aberración del cálculo de la propina después del Iva. Unos negocios sentirán que por fijar en la factura leyendas como “La propina es sugerida y corresponde al 10% del valor de la cuenta”, o “usted puede aceptar o rechazar la propina sugerida”, o la simpleza de “servicio voluntario”, son transparentes con sus clientes; sin embargo no se privan de cargarla, y no es legal: 5 mil 594 por allí, 3 mil 844 por acá, y 2 mil 590 por allá. Ah, ni los 94 pesos ni los 44 tenían devuelta.

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Otros negocios la cuelan sin anestesia. “Gracias por su compra” se leyó cuando más en aquel donde el subtotal de 45 mil 470 creció a 50 mil 017 como resultado del “agradecimiento voluntario”, mientras en otro donde agregaron 4 mil 950 ni dijeron mu.

Por supuesto en todo ese universo hay, como dirían las señoras, comerciantes “bien”, que no manipulan las propinas, que le preguntan al cliente si desea cancelar alguna suma, y dejan el espacio libre para que aquel lo indique por escrito; hasta uno que en los documentos de cobro decía “Gracias por compartir un momento de su vida con nosotros”.

La Ley les da a los comerciantes libertad de escogencia entre sugerir la propina o no hacerlo, y para los dos escenarios diseñó formas correctas de comunicarlo. Y hablando de libertades, estas se extienden al cliente y, como le apuntó Vivir en El Poblado a uno que pagó 4 mil pesos por un jugo de mandarina, y llamó al periódico para desahogarse, un derecho al que no debe renunciar ningún consumidor es a elegir, asi mismo a regresar.


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