Mecánica femenina

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El hombre de camisa blanca y camioneta roja que está a un costado de la calle dice nunca haber imaginado que una mujer lo salvara del problema. Aquel día tenía una reunión importante, cuando alguien le gritó: “Tiene la llanta pinchada”. Cuenta que pensó si seguir así un rato, pero temió algo peor. 

A su lado iba con Hernán, mensajero de la empresa, y quien le recomendó ir al montallantas más cercano y certero: el de Las Monas. Ese día las conoció y desde entonces pasa por ahí de vez en cuando. Lucy y Sandra Cecilia Tabares son las herederas del taller que dejó Ramón Elías Tabares, un hombre que aprendió de carros en la estación de gasolina de El Poblado, “cuando casi todo eran árboles, mangas y no se veían tantos turistas”, dicen ellas. Padre de 9 hijas, les instaló la ilusión de seguir el negocio familiar, y fue así como les enseñó, con paciencia y sin prejuicios, la esencia de este oficio en el que llevan varias décadas y por el que decidieron no tener hijos, marido o algo parecido. “Quisimos mucho a nuestros padres y por amor a ellos estuvimos lo más cerca posible. Mi mamá nació para la vida eterna hace 17 años, y mi papá, hace 11 años”, explica Sandra. 

A ella la sigue Lucy: “Nos encanta ayudarle a la gente. Una vez me tocó salir con el uniforme encima de la pijama, para ayudarle a un señor que se varó a las 4:30 a.m. y necesitaba llegar al aeropuerto. Mucha gente como él nos busca por nuestra paciencia, delicadeza y honestidad; este es el toque femenino que agregamos”. Sandra complementa: “A veces viene gente a que les enseñemos a cambiar una llanta. Lo hacemos con gusto y cobramos poco por eso”. Entre los servicios más populares de su negocio destacan el llamado “parchado” (por encima) de las llantas: “Es duradero, garantizado y lleva a la gente muchos kilómetros adelante y sin problemas”. 

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Sobre el futuro del barrio, dicen que aunque ha cambiado mucho, todavía les gusta, y conservan una relación buena con los vecinos, incluidos los policías de la estación. Solo parece haber una cosa que les preocupa ante la llegada de turistas y hostales: “Ojalá no nos suban el arriendo o que alguien nos ayude a conseguir una casa después de tantos años de trabajo”.

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