Las cosas que hace la libertad

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Muchas palabras raras en muy poco espacio, pero esas son el tipo de cosas que hacen, como dicen los viejos, los muchachos de ahora. Los cambios en las relaciones sociales, en la forma de conocerse, el acceso a ideas innovadoras y la rápida difusión de las ideas, el dejar de ser exclusivamente habitantes de un país para serlo también del mundo, todas esas cosas de las que se oye hablar desde hace algunos años son la vida diaria para mucha gente no solo en el afluente norte sino por aquí, en el sur.

Para entender esas primeras líneas hay que explicar algunas cosas. Los programas de computador que la mayoría de gente tiene en sus máquinas se venden como un paquete cerrado; como si, de acuerdo con la explicación de Miguel de Icaza, se tratara de un carro al que no se le puede levantar la tapa para verle el motor, ni que se diga para tocarlo. Así son Windows, Excel, Word, Photoshop, etcétera.

En el mundo hay desde hace algunos años un movimiento contrario a eso, llamado del software libre. Esta gente trabaja con base en cuatro principios, entre ellos que los programas se puedan modificar y distribuir libremente. Y para eso han creado programas que cumplen esos postulados y que compiten contra los otros, los cerrados. Gracias a internet, han logrado llevar sus ideas y su trabajo por todo el mundo, incluido el barrio El Poblado en Medellín, Colombia.

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Ubuntu es uno de esos programas. Este es un sistema operativo, como Windows, pero de distribución libre y gratuita, que conoció la luz del día en abril de 2004, que cuenta hoy con millones de usuarios en todo el mundo y que se construye y distribuye gracias al trabajo voluntario de desarrolladores de software de todo el mundo.

Manuel Gómez es un muchacho de 18 años, que vive en El Poblado, estudió bachillerato en el José María Berrío y ahora estudia ingeniería en la Universidad de Antioquia, y es un miembro destacado de esa comunidad.

Hasta hace 3 ó 4 años el computador de su casa era solo una máquina que compartía con su hermano, pero gracias a varias felices coincidencias (algunas clases en el colegio, una conferencia en Eafit, y horas de navegación aparentemente errante) se enteró que este asunto se trataba de algo más que un teclado, unas salas de charla o de instalar y desinstalar juegos.

Conoció el mundo del software libre, le contaron que hay un universo completo más allá de las fronteras de Windows, y que todo eso estaba ahí, libre, para que cualquiera lo cogiera. Esos cantos de sirena lo envolvieron y se encarretó tanto con el asunto, que el muchacho que en 2003 casi ni se interesaba por esas máquinas es en 2006 un experto que ilumina el camino a los nuevos aventureros que se meten por los caminos que él, y otros como él, han abierto.

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¿Qué fue lo que le atrajo de tal manera en todo este asunto que lo llevó incluso a decidir su opción profesional?

En principio me convencieron los principios y la filosofía del software libre, después el reto que representaba poner a funcionar el computador con todo esto y finalmente, después de aprender, la fortaleza técnica que tiene este software.

¿Y cómo se puede convencer a otras personas para que también acojan el software libre?

Primero están la facilidad de uso y el costo (casi siempre gratuito); después, que no hay que preocuparse por virus ni programas espías y finalmente, con la gran oferta de programas de dónde escoger. Ubuntu ofrece miles de programas, para toda clase de tareas, gratuitos para descargar e instalar libremente.

¿Por qué le dedica tantas horas de su tiempo a ayudar a otros en el chat?

Porque creo que uno debe ayudar y colaborar a los demás. Es una manera de devolver algo de todo lo que he recibido. Piense en las miles de horas de trabajo de otras personas que hay detrás de todo esto y de las que yo me he beneficiado. Quiero devolver algo de eso porque creo en los principios de Ubuntu, que esto es para la humanidad, no para el beneficio privado de unos pocos.

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