Las bofetadas de la realidad

A pocos días del inicio del nuevo gobierno, la realidad le está aclararando que, a pesar de las buenas intenciones, no será posible conciliar tantas promesas con las condiciones de los mercados y de la economía.

Luego de dos o tres semanas de relativa calma, en las que el flamante presidente electo mostraba unas hasta ahora desconocidas dotes de estadista sereno y ponderado, la realidad ya toca nuestra puerta con insistencia.

A la realidad hay que abrirle la puerta, por supuesto. Por más que nos hagamos los desentendidos, ella de todos modos va a entrar. Por la ventana, la chimenea o atravesando el muro. Una vez adentro, no nos tratará con palmaditas, nos agarrará a bofetadas.


La realidad está desde ya persiguiendo al nuevo gobierno para aclararle que, a pesar de las buenas intenciones, no será posible conciliar tantas promesas de mejoramiento con las condiciones duras e impacientes de los mercados y de la economía. Mucho menos en época de crisis mundial.

Pronto nos recordará a gritos la poco romántica realidad de que, para vivir sabroso, para dar empleo a quien lo desee y garantizar protección a la vejez, para que se desarrolle la agricultura, etc., se necesita ante todo que haya capital privado en el país. Mucho, muchísimo capital privado.

Primero, que los colombianos que ya poseen algún capital no prefieran llevárselo a otro país que los trate con mayor consideración y respeto, no con sospecha y amenazas. Y segundo, que los extranjeros sientan, sepan, que poner su dinero a producir a largo plazo en Colombia es más seguro y rentable que en otros países.

No basta con mantener los que ya están, es indispensable atraer nuevos capitales.

A partir de las declaraciones que se escuchan durante el empalme, es obvio que buena parte del equipo Petro posee un entendimiento bastante sesgado de cómo funciona el sector privado, totalmente alejado de la realidad. Basado en consignas obsoletas y caricaturas mentales: ¡la fórmula precisa para alejar capitales!

Presumen que, si una empresa está ganando dinero, algo estará haciendo mal: o paga mal a sus trabajadores y proveedores, o cobra muy caro sus productos o paga poco en impuestos.

Y claro, sus dueños y ejecutivos obtienen ganancias enormes que derrochan en lujos innombrables.

Desconocen que las ganancias de un año, si se dan, hay que reinvertirlas en nuevos productos y tecnologías, en conservar el talento, en rebajar costos, en mantener los precios bajos y -nos recuerda la realidad a bofetadas- en pagar impuestos más altos que en otros países.

Finalmente, la realidad nos recuerda que con frecuencia la economía de un país depende más de las expectativas y de los miedos, que de las acciones reales que ejecute un gobierno.

El capital privado se anticipa a los hechos: cuando los cambios finalmente lleguen, ellos ya hace rato habrán salido. ¡Por si las dudas!

- Publicidad -

Más contenido similar

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -