La verdad sobre el caso EPM

Este thriller ya va para largo.

(Thriller: “Película o novela de suspenso o misterio, que provoca una fuerte tensión emocional en el espectador o el lector”, según el Diccionario de Oxford).

Y nosotros ya vamos para un ataque de nervios, atrapados en una trama imposible de esclarecer.

Hasta ahora todos y ninguno pueden ser los “asesinos”, los sospechosos por acción u omisión se dan por pilas. (Yo creo que es Fulanito. O, a lo mejor, Peranito. Incluso Menganito).

Aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer pruebas, informes, estudios, actas… Un día dan la razón a los unos y al día siguiente, a los otros.

Nadie sabe nada, nadie es responsable de nada; todos los involucrados dan declaraciones, se acusan mutuamente y se lanzan dardos envenenados. Y, por supuesto, se lavan las manos con la fruición que la pandemia ordena: dos veces el Happy Birthday y listo.

¿Los centinelas de “la joya de la corona” que tan sano orgullo nos ha hecho sentir a los antioqueños, la vigilaron como era debido?, es la pregunta densa que viaja con el aire.

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Rumban las amenazas de demandas penales y de revocatorias de mandatos. Se exigen renuncias y se apalancan funcionarios.

Las aguas están revueltas y varios jefes políticos, tras bambalinas, alistan los anzuelos para la pesquería del 2022.

La dirigencia antioqueña se mesa los cabellos por haber ayudado a entrar, de cabestro, a quien ahora consideran un Caballo de Troya que se aprovechó de sus manos tendidas, camino a La Alpujarra.

El diario regional suelta, dolido, una confidencia: la administración municipal le está mermando la pauta. Escándalo en la familia.

Esa misma administración subestima olímpicamente la labor informativa de los periódicos comunitarios e independientes de Medellín. Independientes de verdad, subrayo. No con la independencia-disfraz con la que algunos se hacen elegir para ocultar los rostros de quienes los apadrinan en sus aspiraciones electorales.

El alcalde, pleno, en lo que más le gusta: dar entrevistas a los medios nacionales. (Las ganas de ser presidente se le cuelan por su sonrisa de medio lado). Más ahora que con el estudio que llegó del frío, saltó el conejo de su chistera. Magia, magia.

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Las aseguradoras de Hidroituango, destinatarias del revelador memorial de agravios, no han dicho ni mu. Por arte de magia entró a las oficinas de EPM en agosto pasado, por arte de magia no se radicó, por arte de magia fue a dar a un cajón con llave, por arte de magia ni la junta ni su presidente ni el gerente no se enteraron de su existencia, insisten; por arte de magia apareció hace pocos días en el escritorio de un vicepresidente, por arte de magia llegó a La W y casi hace llorar a Alberto Casas, y por arte de magia fue la gota que rebasó la presa.

Por arte de magia mi confianza en tantos, la tengo hoy en los tobillos.

To be continued…

Etcétera: Aquí es cuando tendría que hacer su entrada triunfal Joël Dicker para llevarnos de la mano por la senda del desenlace definitivo, tal y como lo hizo con el libro La verdad sobre el caso Harry Quebert. Lo necesitamos.

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