La invasión

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Tuve el privilegio de vivir varios años en Bélgica y jamás podré olvidar los aromas callejeros de sus waffles, hoy famosos en el mundo entero
/ Julián Estrada
No se trata de una película. Voy a referirme al proceso de aceptación que han tenido en nuestra ciudad los legendarios waffles. Seguramente para los niños y los jóvenes de clase media y alta, este amasijo de origen anglosajón, es para ellos algo tan común como la arepa; sin embargo, con permiso de los historiadores de nuestra vida cotidiana, me atreveré a relatar aquello que considero “los orígenes del waffle en la cultura paisa”. Su nombre con múltiples acepciones (gofre, wafle, goufre, wafer, wafl), deriva de la forma cuadrada que durante la Edad Media, en el oficio de herrería, tomaban unas placas para hacer galletas y cuyo nombre variaba de país en país. Hay quienes sostienen que su cuna es británica; pero su “renacimiento” obedece al boom del turismo yankee hacia Europa, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, turismo que motivó a mesones, hostales y hoteles para que incluyeran en su oferta aquellas dos masas “íconos” del breakfast norteamericano: waffle y pancakes… los cuales terminan re–popularizándose en Bélgica, Holanda y Alemania.

El nombre de waffle se conoce y se pronuncia en Antioquia y en todo el país, desde mediados del siglo pasado (finales de los años 50) debido a la aparición en tiendas y supermercados de unas galletas dulces con dicho nombre (aún vigentes) y además con una presentación que en miniatura simulaba las cuadriculas que caracterizan su versión original. De igual manera, es a finales de los años 50 que se instalan en Colombia (Medellín, Bogotá y Barranquilla) los almacenes Sears, en cuya oferta especial de electrodomésticos, la wafflera se destacaba entre licuadoras, tostadoras, grilles, sanducheras y termos, como un equipo absolutamente suntuario. En otras palabras, escasas eran las familias antioqueñas en donde la gerente del hogar, en un gesto de vanguardismo culinario, reemplazaba al desayuno la tradicional arepa por el moderno waffle.

Actualmente, en Medellín existen tres empresas diferentes que tienen sitios de venta en distintos lugares de la ciudad, es decir, si no todo el mundo los ha probado, al menos la gran mayoría los ha visto. No voy a tomar partido por uno u otro, me limitaré a decir que me encanta constatar una oferta variada en masas y recetas, otorgándole cada una su toque de diferencia. Siempre degusté esta preparación como un representante de la cocina dulce; sin embargo, hoy veo que numerosas y reconocidas salsas y aderezos de la cocina de sal, hacen maridaje con su masa. No soy un experto en este amasijo; por asuntos del destino tuve el privilegio de vivir varios años en Bélgica y jamás podré olvidar los aromas callejeros de sus waffles, hoy famosos en el mundo entero tanto o más que su cerveza. Quien llega por primera vez a este país y se pasea por las calles de Amberes, Brujas, Lieja o Bruselas, se demora en entender porqué en algunos sectores de dichas ciudades el aire de su atmósfera es delicadamente perfumado: la causa es la contundente volatilidad de los aromas que exhala la receta del auténtico waffle belga… no en vano el más famoso del mundo.
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