En El poblado La calle 9 o Calle del Frito, un lugar icónico

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El patrimonio se estructura por lo menos con tres elementos: historia, estética e identidad. Y la calle 9, antes llamada “la Calle del Frito”, cumple con todos ellos.

El cuadrilátero que forman las calles 9 y 10 en cruce con las carreras 43B y 43C, que ocupa y enmarca el parque principal, ha sido el eje de la ocupación y urbanización de El Poblado. Alrededor suyo se creó el antiguo asentamiento y se irradió el proceso de poblamiento y ocupación territorial a lo largo del siglo XX.

Hoy en día, la calle 9 recorre siete manzanas en sentido oriente-occidente; tres arrancando desde el parque Lleras hasta la avenida El Poblado, y cuatro desde allí hasta la calle 43EE, la cual crea el límite con Patio Bonito. Hacia el sur, a partir de la calle 8, se despliega inevitable el elegante barrio Astorga.

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Es que la 9 no es hoy ni fue antes una calle elegante o de abolengos. Lo que no está para nada mal. De la avenida hacia abajo encontramos una notaría, una ferretería, algún restaurante; una solitaria pero bella casa del estilo colonización antioqueña, de un solo piso, refaccionada y decorada para atraer clientes; un parqueadero y lavadero de carros, dos o tres edificios de apartamentos; por lo demás, varias paredes pintadas, o mejor, rayadas que dan la sensación de descuido. En todo caso nada que nos hable de un anterior esplendor. De la avenida hacia arriba, más restaurantes y bares, ventas de comidas rápidas, almacenes y el antiguo colegio Palermo de San José, un hito en esta calle.

En la calle 9, además de las casas familiares donde se preparaban y vendían los fritos, había depósitos de leña de negociantes que la almacenaban para luego transportarla a Medellin y venderla en panaderías y residencias.


Según el Plan Especial de Ordenamiento de El Poblado, el verdadero hito surgió en 1945 con la construcción de la avenida El Poblado, que coincidió con la apertura de la vía a Las Palmas y la inclusión de El Poblado en el perímetro urbano de Medellín. Esto, a su vez, reforzó la apertura de nuevas vías, el surgimiento de nuevos barrios, el asentamiento de varias industrias, la elevación del costo de los predios, la llegada de estratos altos y medios ajenos a la cotidianidad e idiosincrasia del sector, la transformación de patrones de vida, los procesos de valorización y, con esto, los primeros desplazamientos masivos de los pobladeños nativos. Y a partir de los años 70, la evolución hacia el sector servicios, lo que ha transformado por completo el lugar.

“… Una pequeña plaza de mercado”

Antes de 1945 los habitantes del viejo Poblado eran, en su gran mayoría, gente trabajadora. En la actual calle 9 –conocida todavía en aquella época como la Calle del Frito- residían familias de obreros, empleados de almacenes y negocios en Medellin, algunas familias venidas de pueblos del oriente o el norte de Antioquia, de Cundinamarca o Tolima, personas todas rebuscadoras de la vida, es decir, que no la tenían fácil.

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Dice cariñosamente Tabares Arcila (1986) que la Calle del Frito era como una pequeña plaza de mercado. La primera persona que tuvo radio en El Poblado vivía en la Calle del Frito y recibía en su casa a todos los vecinos que desearan ir a escucharlo. Además de las casas familiares donde se preparaban y vendían los fritos, había depósitos de leña de negociantes que la almacenaban para luego transportarla a Medellin y venderla en panaderías y residencias; habitaban polvoreros, peones y también dueños de finquitas situadas en el alto de Las Palmas; niños jugando y corriendo por la calle. Es decir, gente alegre y parrandera en los diciembres que no tenía por qué lamentarse de su suerte. Quienes vivieron allí la consideran con nostalgia un lugar icónico, es decir dotado de una profunda carga simbólica; en otras palabras, un lugar de memoria. Todo esto es el patrimonio.

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