Tras los pasos del robot que lleva domicilios

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Les seguí la ruta a estos equipos que deambulan por El Poblado, entre Astorga y Patio Bonito. Por ahora su operación está en fase de pruebas.

Algunos lo saludaban como si estuvieran mimando a un perro, “pst pst” y chasquido de dedos. Solo les faltó acariciarlo. Otros se le acercaban y le hablaban al panel digital que tiene en la parte frontal, como queriendo establecer un chat. Un turista lo persiguió con cámara en mano para hacerle fotos y videos; el robot no detuvo su rumbo. Por donde pasaba se ganaba las miradas, le daban permiso para que siguiera su camino y generaba admiración.

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El robot hace parte de la flota que tiene disponible la empresa Kiwibots para repartir domicilios, un modelo que esta startup paisa ya opera con éxito en la Universidad de Berkeley, California, desde hace un par de años.

En Medellín está en fase de pruebas, me cuenta su gerente de operaciones, Stephanie Falla. Han llegado a tener hasta nueve equipos rodando por las calles de El Poblado. Muchos los han visto, con su banderín de colores, buscando ruta por la avenida El Poblado y las calles de Astorga y de Patio Bonito.

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Acompañé al robot a dar una vuelta desde Astorga, pasando por el Parque de El Poblado antes de volver a su punto de partida. No es difícil seguirlo, su velocidad máxima, generada por batería, es de cinco kilómetros por hora, la misma que puede alcanzar una persona en caminata.

El robot, me explica Stephanie, tiene autonomía, pero en todo momento es controlado por un supervisor que sigue su trayectoria y acude en su ayuda cuando lo requiere. El equipo cuenta con sensores que le ayudan a identificar obstáculos en el camino y a superarlos. Sabe cuándo llega a un semáforo y si está en rojo o en verde para el paso peatonal.

¿Cómo le fue?

En el recorrido tuvo algunos problemas para pasar por el relieve de los senderos especiales para personas con discapacidad visual, pero con sus llantas para todo tipo de terreno logró avanzar.

El cruce con la calle 9 hacia el Parque lo superó sin complicaciones. Fue una maniobra juiciosa, pues esperó a que el semáforo estuviera en rojo. Ya en el Parque, pese a que había unos toldos de ventas callejeras con muchos clientes, pasó sin problemas. Incluso esperaba un par de segundos cuando algunas personas no se daban cuenta de su presencia, y si definitivamente no lo veían, optaba por esquivarlas.

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En ocasiones, me dice Stephanie, han sido víctimas de vandalismo. Hay quienes los cargan, no los dejan avanzar, pero para ello Kiwibots cuenta con un personal que, al identificar la anomalía, acude al rescate.

El próximo mes, los robots comenzarán una prueba real con Novaventa y sus máquinas dispensadoras de alimentos. Será la primera vez que rueden en la ciudad para hacer entregas reales. En su interior tienen un cubículo con capacidad para depositar empaques tipo almuerzos. La pantalla digital le sirve para llevar el logo de la empresa fabricante y del cliente que lo contrata y no emite sonidos, por ahora.

El robot cumplió su misión, llegó a su destino sano y salvo, y con muchas miradas cautivadas. Ahora le toca corresponder a la expectativa en la vida real, digamos, en el reto de la hora del almuerzo.

Por: Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]

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