Darío Jaramillo:“Sigo siendo un aprendiz”

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El poeta Darío Jaramillo Agudelo recibió el premio Erato 2023, de parte del Colectivo Cultural Arte y Poesía en la Calle, de Sabaneta. Hablamos con él sobre este y otros múltiples reconocimientos que ha merecido en su vida de poeta y ensayista.

Cuenta el poeta Darío Jaramillo Agudelo que en un conversatorio de la Universidad Nacional de Bogotá el escritor mexicano Gonzalo Celorio se sorprendió por el fervor de los asistentes: “Esto parece más un bingo, que una lectura de poemas”. Los estudiantes levantaban la mano y pedían, uno a uno, los catorce poemas del libro Del amor, del olvido, que se sabían de memoria, pero querían escucharlos del autor, a viva voz.

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Todavía el poeta Darío Jaramillo ostenta en su palmarés haber ganado el primer y único concurso que se ha hecho en el país para escoger por votación “el mejor verso de amor colombiano”, promovido por la Casa de Poesía Silva hace 34 años. Fue en Medellín, en el recital La poesía tiene la palabra, donde Maria Mercedes Carranza anunció el veredicto dictado por cerca de 20 mil personas: Poema 1: Ese otro que también me habita / acaso propietario, invasor quizás o exilado en este cuerpo ajeno o de ambos / ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel…

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Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, 1947) es el autor de Historias (1974), Tratado de Retórica (1978),  La muerte de Alec (1983), Poemas de Amor (1986, 2013), Cantar por cantar (2001), Cuadernos de música (2008), Conversaciones con Dios (2023), entre otras obras.
Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, 1947) es el autor de Historias (1974), Tratado de Retórica (1978), La muerte de Alec (1983), Poemas de Amor (1986, 2013), Cantar por cantar (2001), Cuadernos de música (2008), Conversaciones con Dios (2023), entre otras obras.

¿Qué significó para usted este reconocimiento?

Eso lo que me enseñó es que la vía para escoger buenos poemas no es la democracia… Hay, por supuesto, mejores poemas de amor. Yo siempre me he sentido un aprendiz, y procedo como aprendiz. Bajo la consideración de que la experiencia y la escritura no sirve para nada; que cuando uno escribe, tiene que empezar siempre desde cero. Como aprendiz, yo nunca he sido un escritor profesional, ni nunca he vivido de la literatura. Yo todos los días estoy aprendiendo cosas, que se me olvidan al otro día, entonces me toca volver a empezar, y siempre ha sido así.

En su último libro publicado, Ensayos de poesía colombiana, usted aclara que no le gusta releer textos escritos anteriormente. ¿Por qué aceptó el reto de publicar textos de otros momentos?

El autor de la recopilación, que se llama Darío Rodríguez, empezó proponiéndome hacer un libro de ensayos míos. A mí no me gustaba la idea: ¿una recopilación en la que el denominador común fuera el autor? Eso no me gustaba. Pero él me dijo que sí había un denominador común: la poesía colombiana, y se encargó de recopilarlos. En realidad, fueron escritos como prólogos de obras completas, o de antologías, nunca con la voluntad de que fueran libros. Pero no los he leído, no soy un lector de Darío Jaramillo.

Usted es santarrosano, coterráneo de Porfirio Barba Jacob, y en este libro hace una descripción muy descarnada de este poeta. ¿Cómo le fue, en su momento, con ese texto?

Ese artículo lo hice para el periódico El Tiempo, para unos balances que hacían del siglo XX. Yo soy muy ambivalente con él: sin duda, es un buen poeta. Él mismo escogió sus poemas claves, y un hombre que sea capaz de haber escrito una docena de buenos poemas es un buen poeta. Es muy difícil hacer buenos poemas. Pero, al mismo tiempo, también me contrastaba mucho su vida como de vagabundo, de perdona-vidas, de irresponsable, de mitómano, de un montón de cosas. Pero, creo que lo dije en su momento: el error era mío, al tratar de irrespetar un mito. Uno con los mitos no se mete. Ya Barba Jacob está tan establecido allá, que puede tener los defectos que tenga, y de todas maneras hay esa cosa como religiosa por él. Y uno debe respetar la religiosidad de la gente por el individuo, en vez de ponerse a irrespetar al individuo por lo mala persona que era.

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Santa Rosa de Osos es un pueblo muy culto, cuna de poetas y artistas. ¿Su pueblo le dejó alguna marca?

Yo el alfabeto lo aprendí en Santa Rosa, las primeras lecturas las hice en Santa Rosa. Fue mi bisabuelo, que se llamaba Fernando Roldán, el que me enseñó a leer, a juntar las sílabas. Eso pasó allí. Esta es una experiencia que podemos compartir todos los seres humanos: los primeros años de descubrimiento son hermosos, son fantásticos. Yo llegué a la poesía porque en mi casa se decían poemas. En mi casa, mi padre repetía de memoria sonetos clásicos, y a mí me encantaba ese sonsonete. Eso me volvió jugador con las palabras. La capacidad que tiene el lenguaje para manejarnos, porque es superior a nosotros, y estaba antes de nosotros, y seguirá después de nosotros.

La poesía en Sabaneta

El Colectivo Arte y Poesía en la Calle nació en 1989, en Sabaneta, con el fin de promocionar el arte y la cultura en el sur del Valle de Aburrá, por medio de exposiciones de arte, recitales poéticos y protección del patrimonio histórico. Cada dos años, entrega el premio Erato -musa griega de la poesía- a escritores colombianos destacados. El premio es una estatuilla del escultor Jorge Vélez.

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