El Colegio Palermo celebra 80 años entre las montañas y hacia el futuro

En este mes de mayo, el Colegio Franciscano Palermo de San José cumple 2 años, en su sede nueva, en El Escobero, Envigado. Con las montañas y el cielo como telón, la hermana Adela Duque, su rectora, habla de sus proyectos y aprendizajes, para compartir.

Mientras habla, la hermana Adela Duque mira el paisaje; un aire de alegría se nota en su cara. Minutos después es posible entender: los últimos dos años han sido movimiento puro. Recibir estudiantes después de una pandemia, con rutinas distintas, con el deseo de estar en las pantallas por mucho tiempo; tal vez con algunas perturbaciones e inquietudes. A esto se sumaron los protocolos de bioseguridad y una mudanza de la sede de El Poblado después de varias décadas y hasta este lugar en El Escobero.

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La alegría se entiende porque atrás ha quedado todo ese movimiento intenso, los estudiantes ya se han adaptado a estar junto a otros, a diario. Y llegan familias nuevas y se sienten cómodas, cuenta. También se preparan para celebrar sus 80 años, ocho décadas de servicio y de trabajo con personas de diferentes creencias.

Una formación integral y en contacto con todos

Actualmente, estudian aquí 322 estudiantes; serán 400, en el 2024, y en un futuro, un poco más lejano, esperan tener 700. El aumento ha sido paulatino y con base en el crecimiento físico de esta sede nueva. Hasta aquí llegan familias de Medellín, y también de esta zona nueva. Entre los elementos que caracterizan al Colegio El Palermo de San José, en este momento, la hermana Adela Duque menciona un modelo de educación que se centra en la formación integral, esa que combina, en igualdad de momentos y oportunidades, la educación académica orientada a saberes y la educación humanista que hace énfasis en el ser humano.

“Hoy, la educación es integral y por eso buscamos las posibilidades. También vamos a donde sea necesario, para trabajar, en comunidad”

Con el propósito de promover lo anterior, cuentan con maestros conscientes de la importancia de estar presentes para los estudiantes y familias a través de la atención plena, la escucha y la comunicación constante.

Para lograrlo, utilizan estrategias como los “Escuchaderos”, espacios dentro del colegio en el que participan los maestros, las hermanas de la comunidad, la psicóloga, el sacerdote, y otras personas con capacidad de escuchar sin juzgar y con la posibilidad de orientar y buscar el camino adecuado para cada estudiante que de forma voluntaria decide expresarse.
A esto se suman los llamados Encuentros Especializados, espacios en los que los estudiantes pueden dedicar dos horas semanales para aprender y disfrutar sobre arte, cultura, deportes, saberes científicos, entre otros. Recorridos al aire libre, siembra, eventos culturales guiados y convivencias dentro del lugar también hacen parte de los espacios que el colegio realiza para promover un aprendizaje integral. “Desarrollamos el pensamiento crítico de nuestros niños y niñas; el academicismo no es el centro. Nos interesa que aprendan y que también tengan habilidades para la vida, y estén tranquilos. Por eso, también, no llegan con tareas para la casa para que no sienta presión la familia”.

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Este aprendizaje está guiado por la promoción y ejercicio de la autodisciplina, la utilización de los recursos, la relación con los otros, la limpieza y el orden, y la salud.

La hermana Adela Duque cuenta que para estudiar aquí no es requisito ser católico o tener una creencia específica. Explica que ella y las hermanas de su orden se guían por el Evangelio de Jesús, y siguen esos principios católicos que invitan al ecumenismo, y a trabajar con todas las personas. Esto es posible gracias al respeto y al amor que se siente aquí. Y también lo demuestran a través de las visitas que reciben o de los eventos en los que participan.