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El bicentenario

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El bicentenario
 
     
 
Los cumpleaños siempre son una buena ocasión para volver a pensar en lo que uno hace en la vida, en quien uno es hacia afuera (para los demás) y hacia adentro (para uno mismo). Por eso la celebración de esta semana por los 200 años de la Independencia de Colombia debería ser una ocasión para que los ciudadanos pensemos un poco en el país que tenemos, en lo que tantos hemos visto y vivido por lo que piensan de nosotros afuera, y en cómo es Colombia hacia adentro, con su propia gente.
En los 200 años que han pasado desde el 20 de julio de 1810 muchas cosas sucedieron en este territorio, y de todas esas cosas -las muchas guerras, los pocos períodos de paz, el crecimiento de la población, la destrucción del medio ambiente, las bonanzas económicas (legales e ilegales), la dependencia frente a potencias extranjeras, etcétera- algunas han tenido más peso que otras para formar la idea que tenemos de nuestro país y de su lugar en el mundo. No es gratuito que en el mismo período de tiempo muchos países hayan sido creados y después disueltos, mientras nosotros seguimos en el proceso de al menos tener vigencia y presencia en todo el territorio.
Y eso se nota al recorrer el país y ver lo que hemos hecho con lo que heredamos de quienes fundaron este país hace tantos años. Porque, no nos digamos mentiras, Colombia es el fruto de lo que hemos hecho, por acción y omisión, los colombianos.
¿Qué será Colombia en, no digamos 200 años, sino 20 ó 50 años? ¿Habremos superado los problemas que hoy tenemos? ¿Serán más graves, de la misma forma que los de hoy son mucho más complejos y difíciles de resolver que los de hace 50 años? ¿Tendremos al menos un proyecto colectivo y público que sea más fuerte que los proyectos de enriquecimiento individual?
En fechas como esta es cuando debemos detenernos y evaluar nuestro pasado, no para flagelarnos y echarnos en cara nuestros errores, sino para proyectarnos hacia el futuro. Con toda seguridad los hombres y mujeres que hace 200 años encabezaron la lucha por la Independencia de España no reconocerían, si pudieran verlas, por obvias razones, las consecuencias de sus actos, pero ¿estarían a gusto con lo que sus descendientes hicimos con su legado?
Si alguien quiere saber qué tanto puede cambiar un país en 50 años, no es sino que busquen en Internet los índices de desarrollo de 1960 y tomen nota del lugar que ocupaban Colombia y otros países de posibilidades similares y los comparen con los de hoy. Muchos se sorprenderán al ver cómo hay países que sí pueden resolver problemas tanto o más complicados que los nuestros y dar un gran salto adelante. Esa debería ser nuestra meta para el 20 de julio de 2060.
 
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